2007/05/16

Miércoles de la sexta semana de pascua

En el funeral de P.


HOMILÍA
Hch 17,15. 22_18,1
Sal 148, 1-2. 11-12. 13. 14
Jn 16,12-15

 

Hermanos: cada vez se nos presentan menos oportunidades para juntarnos como familia de fe. Vamos perdiendo la costumbre de reunirnos en torno a la mesa de la eucaristía los domingos y fiestas de guardar, y vamos camino de limitar nuestras manifestaciones de fe a puntuales actos religiosos donde importa más la apetencia de cada cual que la iniciativa de Dios y la aportación de los hermanos.

Una de esas oportunidades que nos quedan es el funeral de nuestros/as hermanos/as difuntos/as, como en el caso de hoy el de Patricia. No perdamos esta oportunidad; no nos limitemos a pedir por ella, o darle gracias a Dios por los años que ha vivido y lo que ha supuesto para los suyos —¡que no es poco!—; tratemos de ahondar en la Palabra de Vida que la Liturgia nos ha brindado.

En la primera lectura se nos ha presentado uno de los primeros encuentros de la fe en Cristo resucitado con la sabiduría del tiempo (la sabiduría griega). Y se nos ha plantado que, aunque a aquellos sabios se ha de considerar creyentes, adoradores de dioses, sin embargo son incapaces de aceptar la resurrección; se ríen de quien se la presenta, el apóstol Pablo: «De eso te oiremos otro día» —le dicen; y, tildándolo de loco, se alejaron de él. Sólo algunos se le acercan. Creo que esta escena puede constituir un espejo donde se pueda mirar nuestra fe.

Pablo presenta a Jesús resucitado a aquellos atenienses como la medida con la que confrontarse, porque Dios lo ha establecido así al resucitarlo de entre los muertos. Pero aquellos atenienses no lo aceptaron. Y, hermanos, en nuestros días tampoco se acepta, por lo general, que sea otro/a, una realidad externa a uno/a mismo/a, la medida de los actos propios y de la vida de cada uno/a.

Pero ¿podemos decir que una sabiduría que se engríe, que no espera nada de otro —por humilde que éste sea— es una auténtica sabiduría? Cuando el hombre se encumbra, se considera el centro, destierra a Dios, se endiosa y se absolutiza a sí mismo. ¿Qué se puede esperar de un hombre endiosado, absolutizado?

Desde la experiencia y la fe en Jesús de Nazaret sabemos, porque él nos reveló a Dios como Padre, y nos regala al Espíritu, que Dios no humilla al hombre, ni lo margina, sino que lo libera de lo que lo ata y esclaviza, llamándolo a colaborar con él en la tarea de la Creación. Dios ofrece un proyecto, y un camino, en su Hijo, y nos da también a su Espíritu: la tarea consiste en trabajar porque nos amemos como hijos/as de Dios: respetándonos, sirviéndonos unos a otros y amándonos hasta el punto de poder dar la vida por el hermano en el discurrir de cada día.

¿Se puede entender así la vida? Por el contrario, ¿es preferible entenderla como tiempo para acumular riqueza y disfrutar de ella? Para lo primero necesitamos a Dios, en su Palabra, en la Celebración y en el encuentro frecuente de los hermanos, sobre todo en torno a la Mesa de la Eucaristía. Para lo segundo nos sobra todo esto y nos basta con el egoísmo, la malicia o la ambición.

Al presentarnos ante Dios con la vida cumplida de nuestra hermana Patricia, pidámosle que añoremos la sabiduría de la fe, que nos lleva a dejarnos conducir por el Espíritu del Resucitado hasta llegar un día a la presencia del Padre, de cuyo amor gozaremos por toda la eternidad.




LECTURAS


Eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 17,15. 22_18,1

En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con Pablo cuanto antes.
Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:
- Atenienses, veo que sois casi nimios en lo que toca a religión. Porque, paseándome por ahí y fijándome en vuestros monumentos sagrados, me encontré un altar con esta inscripción: «Al Dios desconocido».
Pues eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo. El Dios que hizo el mundo y lo que contiene, él es Señor de cielo y tierra y no habita en templos construidos por hombres, ni lo sirven manos humanas; como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo. De un solo hombre sacó todo el género humano para que habitara la tierra entera, determinando las épocas de su historia y las fronteras de sus territorios.
Quería que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo dicen incluso algunos de vuestros poetas: «Somos estirpe suya».
Por tanto, si somos estirpe de Dios, no podemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Dios pasa por alto aquellos tiempos de ignorancia, pero ahora manda a todos los hombres en todas partes que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre designado por él; y ha dado a todos la prueba de esto, resucitándolo de entre los muertos.
Al oír «resurrección de muertos» unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
- De esto te oiremos hablar en otra ocasión.
Pablo se marchó del grupo. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más.
Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.


Sal 148, 1-2. 11-12. 13. 14

R. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra.

Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.


Evangelio

Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.

2007/05/10

10.05.2007: San Juan de Ávila

En el funeral de...

 

Is 61, 1-2

Mc 1, 14-20

 

HOMILÍA

 

Hermanos: hay momentos en los que es preferible callar, y dejar que las entrañas manifiesten su dolor. Es que no nos acostumbramos a que la vida quede truncada a tan temprana edad.

 

Pero ¿es preferible rebelarse contra el Autor de la Vida, sin darnos cuenta de que no somos quién para darle lecciones, pues él sabe bien cuándo plenificar cada vida que él ha puesto en nuestras manos?

 

No acabamos de reconocer a Dios como el Autor de la Vida, como Dueño y Señor que no juega con su creación, sino que la ama, y en ella destina al hombre, a la mujer, a participar y gozar eternamente de su presencia. No acabamos de meternos en ese misterio, y nos atrevemos a reírnos de él y a rechazar con la blasfemia o la indiferencia ese desvelo por nosotros que se empeña en manifestarnos en su Hijo Jesús.

 

Pero, amigos, no nos dejemos atenazar por el dolor, ni dejemos que nos ofusque nuestra oscuridad sin Dios. Tratemos de escucharle en la Liturgia que nos brinda este día en que la Iglesia conmemora a san Juan de Ávila. Hijo de familia acaudalada, a la muerte de sus padres repartió los bienes entre los pobres y se decidió por el sacerdocio, y, en su predicación van dándose innumerables conversiones.

 

Proclamábamos en la primera lectura: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los que sufren... » Sí, amigos; Dios en su Hijo Jesús es Buena Noticia. ¡Y cómo nos empeñamos nosotros en rechazarla, en negarla, en despreciarla, en ignorarla...! Parece como si a Dios recurriéramos cuando las cosas se nos tuercen; y lo hacemos con la blasfemia y la rebelión del corazón. No hemos descubierto aún a ese Dios que se nos acerca en su Hijo Jesús y nos solicita nuestra participación en el proyecto del Reino.

 

Fijémonos en el evangelio de hoy: cómo nos está manifestando que es él quien se acerca a nosotros en el día a día y nos invita a que acojamos su salvación, invitándonos para ello a la conversión. El Reino de Dios y la Conversión no son meras palabras, sino las realidades que orientan, plenifican y dan sentido a nuestra precaria existencia.

 

Notemos esto: el Reino de Dios, la Salvación, Dios mismo, no es el premio a nuestra conversión, sino que es previo a ella: Dios lleva la iniciativa, sale a nuestro encuentro, se nos ofrece, se nos brinda, sin que hayamos hecho ningún mérito; y nosotros podemos acogerlo o rechazarlo.

 

La primera lectura nos ha presentado a un hombre que lo ha acogido y se siente enviado a anunciarlo. Quien acoge a Dios, quien vive su presencia, su Reino, su salvación, no puede menos de darlo a conocer, para que también otros puedan acoger a ese Dios que se entrega, se regala, como buena noticia. Lo hemos visto en el evangelio: irrumpe en el día a día de los hombres; tiene necesidad de comunicarse a ellos...

 

Podemos acudir a ese Dios misterioso en nuestro dolor, en nuestra impotencia, en nuestra pequeñez, porque se nos presenta como Buena Noticia, como vendaje para corazones desgarrados... Sepamos acogerlo, como fuente de esa vida que él la inicia y él la culmina. Sepamos agradecérsela, aunque su misterio nos desborde, e incluso nos rebelemos desde el dolor de la incomprensión.

 

Pidámosle que sepamos acogerle y disfrutar de él en el día a día. Y que sepamos agradecer, confiadamente, que es él quien plenifica hoy la vida de nuestro hermano N., y le hace disfrutar de su presencia por toda la eternidad.

 

2007/05/09

JUEVES DE LA 5ª SEMANA DE PASCUA


En el funeral de...

Hch 15, 7-21
Jn 15, 9-11


Hermanos: ¿Qué sentimos cuando, como en el evangelio que hemos proclamado, escuchamos que Dios nos ama? «Como el Padre me ama, así os amo yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor...»

Nosotros hemos vivido y vivimos una religiosidad natural, sociológica, aún no cristianada... Y, porque no nos llena, cada vez vamos dando más la espalda al dios que la sustenta: cada vez sentimos menos necesidad de ese dios, que lo identificamos con situaciones de poder, de esclavitud, de dirección de conciencias, usurpador de la libertad y la individualidad... Y, al mismo, tiempo, en vez de buscar en Jesús a un Dios Padre/Madre que nos humanice, tratamos de llenar su vacío con cosas, y con eso que rechazamos o decimos rechazar... Escuchemos de nuevo las palabras de Jesús: «Como el Padre me ama, así os amo yo...», y fiémonos de ellas; merece la pena. ¿No creéis?

Amigos: a la vida no se la dota de sentido con años, o con riquezas o con poder..., ni siquiera con las amistades que se puedan granjear..., sino con el amor de Dios que se disfrute en ella. Y es a eso a lo que Jesús nos invita. Creo que aún no lo hemos comprendido. Lo damos por sabido...

A lo largo de la vida vamos experimentando esas muestras de amor en torno a nosotros, que nos haban de ese amor pleno que nos dispensa Dios, como Padre/Madre nuestro que es. Pero, tal vez porque no lo hemos descubierto como el Padre que se nos revela en su Hijo Jesús, sino que lo imaginamos como el Soberano, o el Juez, o el Omnipotente y el Lejano, no acabamos de disfrutar de su amor, y no podemos hacerlo realidad en el cumplimiento de los mandamientos de que habla Jesús.

¡Cuánto tenemos que aprender! Aprenden los que saben observar, preguntar, investigar, dialogar... En nuestro caso, aprenden los que leen la Escritura, se acercan a la Palabra de Dios, a celebrar la Liturgia, acuden a la oración, y tratan de iluminar su vida diaria desde ella; así encuentran la oportunidad y la posibilidad de hacer realidad la palabra de Jesús.

En la primera Lectura hemos asistido al enfrentamiento de concepciones distintas de entender la salvación. Para los fariseos y judaizantes es el resultado del cumplimiento de unas prescripciones y unos ritos; para los discípulos es el regalo de Dios que nos la presenta en su Hijo Jesús. El amor de Dios Padre/Madre no se conquista a base de esfuerzo o rituales, sino con la acogida; y una vida que lo acoge se ve transformada; en ella se hacen realidad los mandamientos de Jesús. Hay cosas que pueden alejarnos de ese amor: es preciso evitarlas, apartarse de ellas. Pero lo que nos acerca a ese amor, a su alegría y dicha, eso hay que frecuentarlo. Eso es la oración, la comunión con los hermanos, la Escritura...

Hermanos: hay momentos en nuestra vida difíciles de asumir, que pueden golpearnos de tal manera que nos hacen despotricar y renegar de todo, incluso de la débil fe que nos asiste. Como en el caso que nos ha congregado, tal vez. Pero ¿creéis que, porque una vida se haya truncado a los cuarenta y algunos años, Dios no nos quiere? ¿Creéis que está castigando alguna actuación nuestra? ¿O que nos llama la atención por algo? Dios no juega con nosotros,  hermanos. Como Autor y Señor de la Vida, él la plenifica cuando le parece. ¿Nos atrevemos a darle lecciones? Lo que nos corresponde a nosotros es ir llenando esta vida del gozo que en ella podemos disfrutar al entregarnos a los demás, al alabarlo y glorificarlo como Padre/Madre que un día nos hará disfrutar de su amor por toda la eternidad, como ya lo ha hecho con nuestro hermano N.

Agradezcámosle los años que le ha concedido; invoquemos su misericordia sobre él. Y pidámosle que nosotros sepamos escucharle y servirle para hacer de nuestro entorno una fraternidad que fructifique en el cumplimiento de los mandamientos de su Hijo Jesús.