2007/12/06

JUEVES DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO


EN EL FUNERAL DE CARMEN

 

Lectura del libro de Isaías 41, 13-20

Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra y te digo:
- No temas, yo mismo te auxilio.
No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel,
yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-.
Tu redentor es el Santo de Israel.

Mira, te convierto en trillo aguzado, nuevo, dentado:
trillarás los montes y los triturarás;
harás paja de las colinas;
los aventarás, y el viento los arrebatará,
el vendaval los dispersará;
y tú te alegrarás con el Señor,
te gloriarás del Santo de Israel.

Los pobres y los indigentes buscan agua,
y no la hay;
su lengua está reseca de sed.

Yo, el Señor, les responderé;
yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.

Alumbraré ríos en cumbres peladas;
en medio de las vaguadas, manantiales;
transformaré el desierto en estanque
y el yermo en fuentes de agua;
pondré en el desierto cedros,
y acacias, y mirtos, y olivos;
plantaré en la estepa cipreses,
y olmos y alerces, juntos.

Para que vean y conozcan,
reflexionen y aprendan de una vez,
que la mano del Señor lo ha hecho,
que el Santo de Israel lo ha creado.

 

Sal 144, 1 y 9. 10-11. 12-13ab

R. El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad.

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
El Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;
explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.

Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 11-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

- Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.

Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora se hace violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo. Los profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que escuche.

 

HOMILÍA

Hermanos: hay veces en que la muerte es añorada, pero no por ello es bien recibida, aceptada o celebrada frívolamente. La muerte de los seres queridos siempre es llorada. Y ¡qué pequeños nos sentimos ante ella!

Quienes corremos demasiado fácilmente tras los cantos de sirena de nuestra sociedad y cultura actuales apenas percibimos la riqueza que a la persona humana le brinda la fe en Jesucristo resucitado.

Gracias a esa fe, ahí tenemos a la Iglesia siempre dispuesta y siempre cercana para acogernos, enjugar nuestras lágrimas y animarnos con palabras de esperanza y signos de salvación.

En torno a la memoria y presencia de nuestra hermana en la fe, Carmen, hemos escuchado las palabras dulces y consoladoras del profeta Isaías; palabras que ponen en tela de juicio nuestra búsqueda inútil de alegría y felicidad, plenitud humana, en otras fuentes que no sean el amor que nos brinda Dios.

Hace falta una fuerte experiencia de Dios para comprender sus palabras, llenas de ternura y de esperanza de plenitud. Pero desde la experiencia de Dios, si bien la muerte es un acontecimiento doloroso, por la ruptura y la pérdida que supone, se percibe que es una entrada en la plenitud, y ello puede llenar de gozo cuando se confía incondicionalmente en Dios.

El profeta Isaías se ha esforzado en prodigar imágenes de frondosidad y de vida; el salmista nos ha envuelto en un halo de confianza proclamando la clemencia y la misericordia de Dios, su grandeza, y su debilidad por nosotros, sus hijos; y Juan el bautista es la figura de quien ha entendido que merece la pena serle fiel y entregarse a él por encima de instituciones, ritos enquistados y cumplimiento legal que no dan vida.

Y Jesús no puede menos de alabarlo, siguiendo él su misma trayectoria, pero haciendo realidad en su vida la imagen de un Dios Padre misericordioso que prodiga su amor misericordioso en sus hijos.

Acojamos a ese Dios cuya venida en carne esperamos; abrámosle las puertas con la confianza de unos hijos que no quieren ser engullidos por la frivolidad de los tiempos, sino festejar con gozo las alegrías del Padre, en cuyas manos encomendamos hoy, confiadamente, a nuestra hermana Carmen. Agradezcámosle los días que le ha concedido, y pidamos para ella la plenitud de su presencia, de la cual, un día, esperamos gozar también nosotros.


2007/11/28

34. asteko eguastena

MARIA LUISA URREJOLAren
HILETETAN


HOMILIA

Senideok: Maria Luisa zanaren aldeko otoitza Jainkoari zuzentzerakoan hausnarketatxo bat ere egin geike haren inguruan, batez ere Jainkoak berba egin deuskulako.

Batek baino gehiagok esaten dau gaur egun berari ez deutsola lebarik behin hil ondoren bere gorpuaz zer egiten daben. Baina hildakoa bere bizitzaldian maitea izan bada, haren etxekoei bai badeutsela lebarik zer esanagaitik baino ez bada ere. Baina baita senitartekoei, lagunei, eta abar; herri maila baten, etxekoak, lagunak eta ezagunak zelan-ha­lan­go ohikune edo erritoaz despeditzen direlako.

Gure egunotan bakotxak bere bizimodua egin gura izan arren, Jainkoak alkarregazko bizitzara eta alkar maitasunera deitzen deuskulako, hortxe barruan daroagu dei hori... Eta zein gauza ederra dan hildakoaren ingurukoei gure samin-agurrak adieraztea, haren aldeko otoitzean alkartzea, eta horrela norbere sinismena indartuta eta hartu-emonak gozotuta aurkitzea...

Liturgia urtearen azken egunetan gagoz, eta entzun doguzan irakurgaiak amaiera edo epaiari begira dagozela esan geike. Epai horretan, ona saritua eta gaiztoak bere gaiztakerien zorra ordaindu beharra izango dauala uste da. Baina hori gaingiroz baino begiratzen ez badogu ikusiko dogu. Irakurgaietara sinismenez eta otoitz giroan hurreratu ezkero, besterik ere aurkituko dogu.

Lehenengo irakurgaian agertzen dan fikziozko Baltasar erre­gearen harrokeria eta nagusikeria, geure artean ere ez ete doguz ikusten, senideok? Judeguak iraintzearren, hareen tenpluko edontzi sakratuak edozelan darabiz erregeak; eta hori dala-ta, ordaindu beharra izango dauala dinotso Danielek pisurik emoten ez daualako: txori-buru lez jokatzen dau.

Jokabide hori ulertzeko arrazoiak jarri deuskuz idazleak: itxurazko eta guzurrezko jainkoak gurtzen dauz, eta benetakoa iraindu; mozkortu egiten da eta ardura barik bizi da... Benetako Jainkoak beste bizikera batera garoaz: esker onezko eta alkar maitasunezkora.

Aintzat hartu daiguzan berbok: zenbat eta arinagoak, hutsagoak, pisugabeagoak garan, huskerietan murgilduta gagozan, hainbat eta amorru handiagoz irainduko doguz, ez bakarrik gure ingurukoak, Jainkoa bera ere bai baino. Eta zenbat holango ikusten eta entzuten dogun egunotan!; eta gero eta gehiago, ezta?

Badinosku ebanjelioan Jesusek bere jarraitzaileak aurrean erabiliak izango dirala; eta iraupenak emongo deutsela bizia. Eta gaur egun, senideok, gero eta gatxago egiten jaku Jesusen jarraitzaile izatea...

Senideok: heriotza baten aurrean txantxeta gitxi egin daiteke; isiltasun eta hausnarketa giroa izaten da nagusi. Sinismenean senide izan dogun Maria Luisa zanaren Aitaganatzea ospatzeko alkartu garenok, hartu daiguzan gogoan entzundako berbok, eta hausnartu daiguzan gure barruan, bizitzaratuz.

Aurkeztu deiogun Jainko Aitari Mª Luisaren  bizitza osoa, esker onez. Eta hartu daigun asmo sendoa besteak iraintzen eta zapaltzen barik, besteei zerbitzen eta besteen izen ona goraltzen bizi izango garela. Aldendu gaitezan irain guztitik, egin gaitezan alkarren zerbitzari, eta gogoztu daigun gure asmo hau zeru-lurren Jainkoa geure Jaun autortuz.

 

2007/11/20

Martes de la semana 33ª, año I

En el funeral de xxx, xxx y xxx

Lectura 1

 

Legaré un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar una muerte voluntaria por amor a nuestra ley

Lectura del segundo libro de los Macabeos 6,18-31

En aquellos días, Eleazar era uno de los principales maestros de la ley, hombre de edad avanzada y semblante muy digno.

Le abrían la boca a la fuerza, para que comiera carne de cerdo.

Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio, como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida.

Algunos de los encargados, viejos amigos de Eleazar, movidos por una compasión ilegítima, lo llevaron aparte y le propusieron que hiciera traer carne permitida, preparada por él mismo, y que la comiera haciendo como que comía la carne del sacrificio ordenado por el rey, para que así se librara de la muerte y, dada su antigua amistad, lo tratasen con consideración.

Pero él, adoptando una actitud cortés, digna de sus años, de su noble ancianidad, de canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño, y sobre todo digna de la ley santa dada por Dios, respondió sin cortarse, diciendo enseguida:

- ¡Enviadme al sepulcro! No es digno de mi edad ese engaño. Van a creer los jóvenes que Eleazar a los noventa años ha apostatado, y si miento por un poco de vida que me queda se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso sería manchar e infamar mi vejez. Y aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no me libraría de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar una muerte noble y voluntaria, por amor a nuestra santa y venerable ley.

Dicho esto se fue enseguida al suplicio.

Los que lo llevaban, considerando insensatas las palabras que acababa de pronunciar, cambiaron en dureza su actitud benévola de poco antes. Pero él, a punto de morir a causa de los golpes, dijo entre suspiros:

- Bien sabe el Señor, dueño de la ciencia santa, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y que en mi alma los sufro con gusto por temor de él.

De esta manera terminó su vida, dejando no sólo a los jóvenes, sino también a toda la nación, un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud.

 

Sal 3, 2-3. 4-5. 6-7

R. El Señor me sostiene.

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios».

Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.

Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.

 

Evangelio

El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19,1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.

Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:

- Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.

Él bajó enseguida, y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban diciendo:

- Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.

Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:

- Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.

Jesús le contestó:

- Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.

Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

 

HOMILÍA

Hermanos: Uno de los actos más humanos, tiernos y profundamente sentidos que realizamos en nuestra vida es éste de la despedida definitiva de nuestros seres queridos.

Y ya podemos estar alejados de Dios, o totalmente fríos en nuestra relación con él, que ello no impide que nos presentemos a Dios con confianza; acudimos a Dios con humildad, aunque también con cierta confusión. Dejémonos iluminar por su palabra.

No somos en nuestra opción de fe tan decididos como lo hemos visto que lo fuera Eleazar; ni tampoco los buscadores como el Zaqueo que nos ha presentado el evangelio. Pero sí hemos tenido la suerte de poder beber en las aguas de la fe que, en este momento, nos pueden purificar y revitalizar.

Aprendamos de Eleazar. Confesemos a Dios como la fuente de toda vida, y sepamos agradecerle toda la vida de nuestras hermanas difuntas xxx, xxx, y xxx. Y descubramos la satisfacción que produce haberla vivido de cara a Dios y como ejemplo a seguir para nuestros hijos y nietos, para los jóvenes que buscan modelos de identificación. Eleazar no quiso fingir: prefirió la muerte a alargar algunos días su vida, y engañar a los jóvenes. Porque está seguro —ha optado por ello— de que en la muerte se encontrará definitivamente con el Dios autor de la vida, que la plenificará por toda la eternidad. Podríamos caminar en la valoración de la fe, del diálogo con Dios para superar todas las situaciones de ridículo, de tibieza, de insipidez de vida...

Lo hemos visto en el personaje del evangelio: Zaqueo. Hombre acaudalado, está, sin embargo, falto de lo que lleva Jesús. Y acude a él, decidido.

Se encuentra, en primer lugar con la barrera que se interpone entre él y Jesús: la gente, además de su baja estatura. Pero no se arredra; enfrenta la situación; y, sin temor al ridículo, sube, como si fuera un crío, a una higuera. Y su acción se verá premiada.

Encontrarse con Jesús (algo que no lo hace la muchedumbre) supone para Zaqueo el cambio radical de su vida: una verdadera conversión. Ya sus riquezas no le asegurarán su disfrute y su poder; su destino serán otros fines. Ha entrado la salvación a su casa.

En torno a Eleazar se ve que hay quien toma en serio su relación con Dios que tiene su concreción en la observancia de la dieta y las costumbres, y quien lo toma a risa o es capaz de venderse al enemigo, y defrauda: Eleazar busca vivir la integridad como ejemplo para los jóvenes, futuro del pueblo. En la escena de Zaqueo vemos también lo que constituye la gente: una barrera. Pero, ¡atención!: salvable.

En este acto tan profundamente humano que estamos realizando, de la despedida de nuestras hermanas xxx, xxx y xxx, no nos contentemos con haber cumplido —que no es poco—. Seamos valientes, a ejemplo de Eleazar y de Zaqueo: decidámonos a vivir la fe sin titubeos ni fraudes, dando ejemplo a los nuestros; optemos por encontrarnos con Jesús, que es el único que puede plenificar nuestra vida. En su resurrección participan hoy nuestras hermanas, xxx, xx y xx. Agradezcamos a Dios los días que han vivido y pidámosle valor para responder a este encuentro con Jesús, su Hijo.

 

2007/11/12

urtean zeharreko 32. astelehena /I

IRENEren hiletetan


Jk 2, 23—3, 9
Sal 33
Lk 17, 7-10

 HOMILIA

 Senideok: kristau ohitureari jarraituz gura dogunean gure hilak Jainkoaren esku itzi, Jesukristoren Nekaldiak, haren heriotzeak eta Jainko Aitak ha bizteak inguratzen gaitu bizitza eta heriotzearen misterioan. Liturgiak laguntzen deusku gizakiaren misterio handi horretan barru murgiltzen. Eta hau uste onez egiten dogunean, Jainkoaren argitasunaz argituta eta itxaropenean indarturik agertzen gara. Hauxe izan dakigula, ba, Ireneren gorpuaren inguruan otoitzerako alkartu garan guztiontzat.
 
Itxaropenez beteriko hitzak entzun doguz lehenengo irakurgaian: Jainkoak betiraunerako sortu dau gizakia. Eta argitasun apur bat ere emon deusku gure arteko tira-birak eta makaltasunetiko mina eta penea, atsekabea, ulertzeko: Deabruaren bekaizkeriaz sartu da heriotzea munduan esan deuskunean.
 
Hortxe mutur bion artean garatuko da, ba, gure eguneroko bizitza: pozez eta zorionez jantziko dan bizitza; baina negarrik, minik eta atsekabe barik izango ez dana. Ez da egia, ba, sufritzeko jaio garana, edo heriotzarako. Jainkoagan sinisten dogunok badakigu bizitzarako, betiraunerako jaio garana, heriotzatik igaro beharra badaukagu ere.
 
Hauxe da autortzen doguna: bizitzarako sortuak izan garala; bizitza beterako. Batzuk, horraitino, ez dabe sinisten, eta barre egiten deutsoe hori sinistuz bizi izateari. Beste batzuk, bildurrez-edo, betiko bizitza hori euren ahaleginez lortu gura dabe.
 
Lehenengo irakurgaiarentzat zoroak dira hareik. Eta ebanjelioan Jesusek honeik bigarrenak argitu gura dauz, morroi ezerezak garala dinoskunean: egin behar doguna baino ez dogula egin uste izan daigula, morroien antzera, dinoskunean.
 
Bai, ba! Jesusentzat, Jainko Aitagan uste on (edo konfiantza) osoa jarrita daukan Jesusentzat, bai jaiotza, bai bizitzaldia eta baita betirauneko zoriona ere Jainkoaren maitasunaren eta errukiaren erregalo dira, eta ez gure ahalegin eta eginkizunen lorpen.
 
Hau argi daukanak ez deutse bere ahaleginari eta egintzei ezelango baliorik emoten; esker onez bizi izango da, dana Jainkoagandik itxaroten, eta haren ontasuna eta ondasun guztiak eskertzen, horri dagokion erako bizitza bat garatuz.
 
Hauxe da salmoan agertu doguna. Holangoei zintzoak deitzen jake, eta honeik betiraunean goratuko dabe Jainkoa. Eskatu daigun euren artean izan daitela gaurtik gure senide Irene ere.

 

2007/11/10

DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO /C


2Mac 7, 1-2.9-14
Sal 16
2Tes 2, 15—3, 5
Lc 20, 27-38

 

HOMILÍA (En el funeral de Javi)

Hermanos: la liturgia de hoy, en la que honramos a nuestro hermano difunto Javier, nos acerca a la cuestión humana más profunda haciéndonos reflexionar sobre las credulidades más superficiales que manejamos, como la de que al que madruga Dios le ayuda. Esto es: muy interesadamente hemos creído que a quien es fiel, reza, ayuda a sus semejantes y es cumplidor Dios le ayuda y le bendice y beneficia.

Ya 200 años antes del nacimiento de Jesús, el creyente y fiel se da cuenta de que es precisamente lo contrario: el que trata de ser fiel a Dios es vapuleado y perseguido hasta la muerte: lo hemos sufrido en la primera lectura. ¿Dónde queda la retribución temporal a la fidelidad? Y la reflexión, la oración, la fidelidad a Dios le lleva a este creyente a romper con las barreras del espacio y del tiempo, y abrirse a la trascendencia.

El evangelio nos ha dejado claro que es quien disfruta de riqueza, poder e influencias el que no puede ni siquiera pensar en la resurrección y la vida futura; la ridiculiza y se escuda en argumentos fútiles que Jesús desbarata en sus propios planteamientos.

Cuántas veces se oye en nuestro entorno que una vez muerto ya nada nos importa, ni con lo que hagan con nosotros ni lo que nos sobrevenga. Pero el comportamiento de los que quedamos dice bien lo contrario, pues no nos deshacemos del cadáver de cualquier manera, sino que le tributamos unas honras fúnebres, enterramos con dignidad el cadáver, adornamos su tumba, o lo incineramos y le tributamos otro tipo de homenaje, y lo recordamos en nuestras oraciones y, sobre todo, en el memento (o recuerdo) de los difuntos que hacemos en cada Eucaristía.

Pero ¿no os parece que estas costumbres tan humanas y tan solidarias y loables están dando paso a otras costumbres? Creo que vamos pareciéndonos poco a poco a la mentalidad representada en el evangelio de hoy por aquellos saduceos que disfrutaban de una situación privilegiada en aquella sociedad.

Hemos alcanzado cierta comodidad, cierta calidad de vida, cierto disfrute de los placeres mundanos y, colonizados por ellos, Dios se nos convierte en recurso de nuestros imposibles, o el aguafiestas que nos impone deberes que se verán premiados en el más allá pero nos impide disfrutar del más acá. Y preferimos esto último.

Pero la vida otra no es fruto de un empeñismo o un estoicismo que impida el disfrute de las mieles terrenales, sino precisamente fruto de la fuerza del amor.

Se lo hemos oído a Pablo en la segunda lectura de hoy: Dios nuestro Padre nos ha amado tanto que nos ha regalado consuelo permanente y una gran esperanza. Él nos da fuerzas y nos librará del malo.

Y lo vemos en Jesús. Él es la Buena Nueva; confía plenamente en Dios Padre; él es quien nos abre el camino para que podamos tratarle con confianza y con la esperanza de que un día nos acoja en su seno plenificando una vida que él la ha iniciado y en él tiene su plenitud, como hoy la de nuestro  hermano Javier. Merece la pena seguirle a este Jesús.

 

 

2007/10/09

LUNES DE LA 27º SEMANA /I



Jon 1, 1—2, 1.11
Lc 10, 25-37

HOMILÍA

Hermanos: todos somos conscientes de las dificultades que encontramos en nuestros días para sentirnos miembros de una colectividad que expresa sus relaciones con Dios constituida en asamblea, mediante unos ritos y unos determinados signos.

Pero hay momentos en que necesitamos hacerlo, aunque sea sin demasiado convencimiento, o incluso manifestando nuestra no aceptación. La muerte de un familiar, de un ser querido, puede ser uno de esos momentos.

Nos resistimos a aceptar la muerte, aunque ésta se nos impone. Luchamos contra ella, aunque en más de una ocasión la vemos necesaria para poner fin a una enfermedad insoportable o a un sufrimiento atroz..., y no podemos menos de elevar nuestra mirada y nuestra mente a Dios, si no en busca de respuesta o explicación, sí a modo de queja o, en no pocos casos, a modo de agradecimiento.

Más o menos convencidos de lo que creemos, y con más o menos adhesión a lo que colectivamente expresamos en estos ritos, presentamos a nuestros hermanos difuntos (hoy a Victoriano y a Julita) a nuestro Padre Dios.

Queremos agradecerle los días que han vivido, y todo lo que han supuesto para sus más allegados y sus más queridos. Y tal vez también elevarle nuestras quejas por la incomprensión que nos envuelve. Pero puede que nazca en nuestro interior, si somos capaces de hacer silencio en él y de escucharle a Dios, una cierta necesidad de abandonarnos confiadamente en él, sabiendo que es él la medida de todo y la plenitud que encuentran nuestras limitaciones todas.

Hay quien, a lo Jonás, se resistirán a ello, a pesar de las evidencias. Hay quien se quedará en la vaciedad de los cumplimientos o en el tópico de que lo importante es hacer el bien sin mirar a quién.

Pero quien sea capaz de sumergirse en el silencio de su interior y de entablar un diálogo sincero con ese Cristo resucitado en quien Dios nos habla, podrá descubrir el inmenso valor de una vida que no puede ser abarcada por los extremos del nacimiento y la muerte, sino que, como  obra de Dios, no puede tener otro origen y meta que Dios mismo.

Es él quien ha depositado en nosotros la semilla del amor que nos lleva a aceptarnos y a servirnos como hermanos. Y, reconocerlo, nos hace confiar plenamente en él, más allá de nuestras infidelidades, claudicaciones, dudas y desvaríos.

Que el estar unidos en el mismo dolor y en el mismo acto de agradecimiento a Dios por estas dos vidas que le presentamos (la de Victoriano y la de Julita) nos lleve a amarle de todo corazón y a expresar ese amor a él en el amor y el servicio al semejante.

2007/09/24

MARTES DE LA 25ª SEMANA DEL T. O. (I)

En el funeral de...

Esd 6, 7-8.12b.14-20
Lc 8, 19-21

HOMILÍA

Hermanos: La iniciativa de Dios, autor de la vida, nos congrega en su casa en torno al altar de su Hijo, para decirnos que nos ha escogido como pueblo suyo, y que la vida que nace en él tiene también en él su plenitud.

Quienes creemos en la resurrección no podemos hablar de muerte, sino de la plenificación de la vida por parte de Dios, en su seno. Y es lo que, desde el dolor y la congoja por la pérdida de un familiar amado, nos disponemos a expresar y celebrar. La liturgia es el marco adecuado e idóneo para ello.

Pero, ¡en cuántos casos!, nos hemos enfriado tanto, nos hemos alejado tanto de la Liturgia y de la comunidad eclesial, y hemos descuidado tanto la relación con nuestro Padre Dios, que sentimos también la incomodidad de presentarnos ante él.

No tengamos miedo, ni vergüenza, ni temor a un castigo. Dios Padre nos ama de verdad, desinteresadamente; y no puede darnos más que lo que tiene, y lo mejor que tiene: su Vida, su Amor. ¿Nos negaremos a acogerle por complejos, temores infundados y frialdad calculada? Mejor abrámonos a su donación, y seámosle agradecidos.

Podemos ser un pueblo en el exilio, como el que nos ha presentado la Primera Lectura. Pero también en esa situación hay gente de buen corazón que aprecia el culto a Dios y descubre que la vida no es puro acaparar riquezas, disfrutar de placeres o someter a los semejantes. Que es preferible mantenerse a la escucha y al servicio de quien es el verdadero Señor, Dios, que nos hace auténticamente libres, dueños de nosotros mismos, y auténticamente felices.

Con qué sencillez lo ha expresado Jesús en el evangelio: ni los lazos de familia son lo suficientemente fuertes como para darnos plenitud.

En sus palabras descubrimos que es preciso saber escuchar la Palabra, hacerle a ella sitio en el corazón, convertirla en práctica habitual de vida..., y él, Jesús, se nos propone como maestro, guía y salvador.

Si bien es verdad que a Dios podemos encontrarlo en cualquier momento y lugar, no es menos cierto que el lugar apropiado e idóneo es el templo: los que vuelven del exilio así lo manifiestan. Sin la referencia del templo, las relaciones con Dios, en muchísimos casos, mueren.

Si bien es verdad que podemos hablar con Dios desde las propias experiencias, no menos cierto es que, con demasiada frecuencia no sabemos qué decirle, y pasan días sin dirigirle la palabra, enfriándose la relación con él y sintiéndose cada vez más alejados de él.

En el Templo, la iglesia, en la Liturgia y en el calor de los hermanos que comparten, desde la fe, nuestra alegrías y nuestras penas, podemos aprender, desde la escucha de la Palabra, a dirigirle a nuestro Padre Dios nuestra palabra sincera, cálida, y también dolorida y desgarrada.

Hagamos un momento de silencio para acoger la suya y presentarle la nuestra, agradeciéndole la vida de nuestros hermanos N. y N., y rogándole la plenifique en su gloria.