2007/12/06

JUEVES DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO


EN EL FUNERAL DE CARMEN

 

Lectura del libro de Isaías 41, 13-20

Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra y te digo:
- No temas, yo mismo te auxilio.
No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel,
yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-.
Tu redentor es el Santo de Israel.

Mira, te convierto en trillo aguzado, nuevo, dentado:
trillarás los montes y los triturarás;
harás paja de las colinas;
los aventarás, y el viento los arrebatará,
el vendaval los dispersará;
y tú te alegrarás con el Señor,
te gloriarás del Santo de Israel.

Los pobres y los indigentes buscan agua,
y no la hay;
su lengua está reseca de sed.

Yo, el Señor, les responderé;
yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.

Alumbraré ríos en cumbres peladas;
en medio de las vaguadas, manantiales;
transformaré el desierto en estanque
y el yermo en fuentes de agua;
pondré en el desierto cedros,
y acacias, y mirtos, y olivos;
plantaré en la estepa cipreses,
y olmos y alerces, juntos.

Para que vean y conozcan,
reflexionen y aprendan de una vez,
que la mano del Señor lo ha hecho,
que el Santo de Israel lo ha creado.

 

Sal 144, 1 y 9. 10-11. 12-13ab

R. El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad.

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
El Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;
explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.

Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 11-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

- Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.

Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora se hace violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo. Los profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que escuche.

 

HOMILÍA

Hermanos: hay veces en que la muerte es añorada, pero no por ello es bien recibida, aceptada o celebrada frívolamente. La muerte de los seres queridos siempre es llorada. Y ¡qué pequeños nos sentimos ante ella!

Quienes corremos demasiado fácilmente tras los cantos de sirena de nuestra sociedad y cultura actuales apenas percibimos la riqueza que a la persona humana le brinda la fe en Jesucristo resucitado.

Gracias a esa fe, ahí tenemos a la Iglesia siempre dispuesta y siempre cercana para acogernos, enjugar nuestras lágrimas y animarnos con palabras de esperanza y signos de salvación.

En torno a la memoria y presencia de nuestra hermana en la fe, Carmen, hemos escuchado las palabras dulces y consoladoras del profeta Isaías; palabras que ponen en tela de juicio nuestra búsqueda inútil de alegría y felicidad, plenitud humana, en otras fuentes que no sean el amor que nos brinda Dios.

Hace falta una fuerte experiencia de Dios para comprender sus palabras, llenas de ternura y de esperanza de plenitud. Pero desde la experiencia de Dios, si bien la muerte es un acontecimiento doloroso, por la ruptura y la pérdida que supone, se percibe que es una entrada en la plenitud, y ello puede llenar de gozo cuando se confía incondicionalmente en Dios.

El profeta Isaías se ha esforzado en prodigar imágenes de frondosidad y de vida; el salmista nos ha envuelto en un halo de confianza proclamando la clemencia y la misericordia de Dios, su grandeza, y su debilidad por nosotros, sus hijos; y Juan el bautista es la figura de quien ha entendido que merece la pena serle fiel y entregarse a él por encima de instituciones, ritos enquistados y cumplimiento legal que no dan vida.

Y Jesús no puede menos de alabarlo, siguiendo él su misma trayectoria, pero haciendo realidad en su vida la imagen de un Dios Padre misericordioso que prodiga su amor misericordioso en sus hijos.

Acojamos a ese Dios cuya venida en carne esperamos; abrámosle las puertas con la confianza de unos hijos que no quieren ser engullidos por la frivolidad de los tiempos, sino festejar con gozo las alegrías del Padre, en cuyas manos encomendamos hoy, confiadamente, a nuestra hermana Carmen. Agradezcámosle los días que le ha concedido, y pidamos para ella la plenitud de su presencia, de la cual, un día, esperamos gozar también nosotros.


2007/11/28

34. asteko eguastena

MARIA LUISA URREJOLAren
HILETETAN


HOMILIA

Senideok: Maria Luisa zanaren aldeko otoitza Jainkoari zuzentzerakoan hausnarketatxo bat ere egin geike haren inguruan, batez ere Jainkoak berba egin deuskulako.

Batek baino gehiagok esaten dau gaur egun berari ez deutsola lebarik behin hil ondoren bere gorpuaz zer egiten daben. Baina hildakoa bere bizitzaldian maitea izan bada, haren etxekoei bai badeutsela lebarik zer esanagaitik baino ez bada ere. Baina baita senitartekoei, lagunei, eta abar; herri maila baten, etxekoak, lagunak eta ezagunak zelan-ha­lan­go ohikune edo erritoaz despeditzen direlako.

Gure egunotan bakotxak bere bizimodua egin gura izan arren, Jainkoak alkarregazko bizitzara eta alkar maitasunera deitzen deuskulako, hortxe barruan daroagu dei hori... Eta zein gauza ederra dan hildakoaren ingurukoei gure samin-agurrak adieraztea, haren aldeko otoitzean alkartzea, eta horrela norbere sinismena indartuta eta hartu-emonak gozotuta aurkitzea...

Liturgia urtearen azken egunetan gagoz, eta entzun doguzan irakurgaiak amaiera edo epaiari begira dagozela esan geike. Epai horretan, ona saritua eta gaiztoak bere gaiztakerien zorra ordaindu beharra izango dauala uste da. Baina hori gaingiroz baino begiratzen ez badogu ikusiko dogu. Irakurgaietara sinismenez eta otoitz giroan hurreratu ezkero, besterik ere aurkituko dogu.

Lehenengo irakurgaian agertzen dan fikziozko Baltasar erre­gearen harrokeria eta nagusikeria, geure artean ere ez ete doguz ikusten, senideok? Judeguak iraintzearren, hareen tenpluko edontzi sakratuak edozelan darabiz erregeak; eta hori dala-ta, ordaindu beharra izango dauala dinotso Danielek pisurik emoten ez daualako: txori-buru lez jokatzen dau.

Jokabide hori ulertzeko arrazoiak jarri deuskuz idazleak: itxurazko eta guzurrezko jainkoak gurtzen dauz, eta benetakoa iraindu; mozkortu egiten da eta ardura barik bizi da... Benetako Jainkoak beste bizikera batera garoaz: esker onezko eta alkar maitasunezkora.

Aintzat hartu daiguzan berbok: zenbat eta arinagoak, hutsagoak, pisugabeagoak garan, huskerietan murgilduta gagozan, hainbat eta amorru handiagoz irainduko doguz, ez bakarrik gure ingurukoak, Jainkoa bera ere bai baino. Eta zenbat holango ikusten eta entzuten dogun egunotan!; eta gero eta gehiago, ezta?

Badinosku ebanjelioan Jesusek bere jarraitzaileak aurrean erabiliak izango dirala; eta iraupenak emongo deutsela bizia. Eta gaur egun, senideok, gero eta gatxago egiten jaku Jesusen jarraitzaile izatea...

Senideok: heriotza baten aurrean txantxeta gitxi egin daiteke; isiltasun eta hausnarketa giroa izaten da nagusi. Sinismenean senide izan dogun Maria Luisa zanaren Aitaganatzea ospatzeko alkartu garenok, hartu daiguzan gogoan entzundako berbok, eta hausnartu daiguzan gure barruan, bizitzaratuz.

Aurkeztu deiogun Jainko Aitari Mª Luisaren  bizitza osoa, esker onez. Eta hartu daigun asmo sendoa besteak iraintzen eta zapaltzen barik, besteei zerbitzen eta besteen izen ona goraltzen bizi izango garela. Aldendu gaitezan irain guztitik, egin gaitezan alkarren zerbitzari, eta gogoztu daigun gure asmo hau zeru-lurren Jainkoa geure Jaun autortuz.

 

2007/11/20

Martes de la semana 33ª, año I

En el funeral de xxx, xxx y xxx

Lectura 1

 

Legaré un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar una muerte voluntaria por amor a nuestra ley

Lectura del segundo libro de los Macabeos 6,18-31

En aquellos días, Eleazar era uno de los principales maestros de la ley, hombre de edad avanzada y semblante muy digno.

Le abrían la boca a la fuerza, para que comiera carne de cerdo.

Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio, como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida.

Algunos de los encargados, viejos amigos de Eleazar, movidos por una compasión ilegítima, lo llevaron aparte y le propusieron que hiciera traer carne permitida, preparada por él mismo, y que la comiera haciendo como que comía la carne del sacrificio ordenado por el rey, para que así se librara de la muerte y, dada su antigua amistad, lo tratasen con consideración.

Pero él, adoptando una actitud cortés, digna de sus años, de su noble ancianidad, de canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño, y sobre todo digna de la ley santa dada por Dios, respondió sin cortarse, diciendo enseguida:

- ¡Enviadme al sepulcro! No es digno de mi edad ese engaño. Van a creer los jóvenes que Eleazar a los noventa años ha apostatado, y si miento por un poco de vida que me queda se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso sería manchar e infamar mi vejez. Y aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no me libraría de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar una muerte noble y voluntaria, por amor a nuestra santa y venerable ley.

Dicho esto se fue enseguida al suplicio.

Los que lo llevaban, considerando insensatas las palabras que acababa de pronunciar, cambiaron en dureza su actitud benévola de poco antes. Pero él, a punto de morir a causa de los golpes, dijo entre suspiros:

- Bien sabe el Señor, dueño de la ciencia santa, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y que en mi alma los sufro con gusto por temor de él.

De esta manera terminó su vida, dejando no sólo a los jóvenes, sino también a toda la nación, un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud.

 

Sal 3, 2-3. 4-5. 6-7

R. El Señor me sostiene.

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios».

Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.

Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.

 

Evangelio

El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19,1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.

Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:

- Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.

Él bajó enseguida, y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban diciendo:

- Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.

Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:

- Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.

Jesús le contestó:

- Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.

Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

 

HOMILÍA

Hermanos: Uno de los actos más humanos, tiernos y profundamente sentidos que realizamos en nuestra vida es éste de la despedida definitiva de nuestros seres queridos.

Y ya podemos estar alejados de Dios, o totalmente fríos en nuestra relación con él, que ello no impide que nos presentemos a Dios con confianza; acudimos a Dios con humildad, aunque también con cierta confusión. Dejémonos iluminar por su palabra.

No somos en nuestra opción de fe tan decididos como lo hemos visto que lo fuera Eleazar; ni tampoco los buscadores como el Zaqueo que nos ha presentado el evangelio. Pero sí hemos tenido la suerte de poder beber en las aguas de la fe que, en este momento, nos pueden purificar y revitalizar.

Aprendamos de Eleazar. Confesemos a Dios como la fuente de toda vida, y sepamos agradecerle toda la vida de nuestras hermanas difuntas xxx, xxx, y xxx. Y descubramos la satisfacción que produce haberla vivido de cara a Dios y como ejemplo a seguir para nuestros hijos y nietos, para los jóvenes que buscan modelos de identificación. Eleazar no quiso fingir: prefirió la muerte a alargar algunos días su vida, y engañar a los jóvenes. Porque está seguro —ha optado por ello— de que en la muerte se encontrará definitivamente con el Dios autor de la vida, que la plenificará por toda la eternidad. Podríamos caminar en la valoración de la fe, del diálogo con Dios para superar todas las situaciones de ridículo, de tibieza, de insipidez de vida...

Lo hemos visto en el personaje del evangelio: Zaqueo. Hombre acaudalado, está, sin embargo, falto de lo que lleva Jesús. Y acude a él, decidido.

Se encuentra, en primer lugar con la barrera que se interpone entre él y Jesús: la gente, además de su baja estatura. Pero no se arredra; enfrenta la situación; y, sin temor al ridículo, sube, como si fuera un crío, a una higuera. Y su acción se verá premiada.

Encontrarse con Jesús (algo que no lo hace la muchedumbre) supone para Zaqueo el cambio radical de su vida: una verdadera conversión. Ya sus riquezas no le asegurarán su disfrute y su poder; su destino serán otros fines. Ha entrado la salvación a su casa.

En torno a Eleazar se ve que hay quien toma en serio su relación con Dios que tiene su concreción en la observancia de la dieta y las costumbres, y quien lo toma a risa o es capaz de venderse al enemigo, y defrauda: Eleazar busca vivir la integridad como ejemplo para los jóvenes, futuro del pueblo. En la escena de Zaqueo vemos también lo que constituye la gente: una barrera. Pero, ¡atención!: salvable.

En este acto tan profundamente humano que estamos realizando, de la despedida de nuestras hermanas xxx, xxx y xxx, no nos contentemos con haber cumplido —que no es poco—. Seamos valientes, a ejemplo de Eleazar y de Zaqueo: decidámonos a vivir la fe sin titubeos ni fraudes, dando ejemplo a los nuestros; optemos por encontrarnos con Jesús, que es el único que puede plenificar nuestra vida. En su resurrección participan hoy nuestras hermanas, xxx, xx y xx. Agradezcamos a Dios los días que han vivido y pidámosle valor para responder a este encuentro con Jesús, su Hijo.

 

2007/11/12

urtean zeharreko 32. astelehena /I

IRENEren hiletetan


Jk 2, 23—3, 9
Sal 33
Lk 17, 7-10

 HOMILIA

 Senideok: kristau ohitureari jarraituz gura dogunean gure hilak Jainkoaren esku itzi, Jesukristoren Nekaldiak, haren heriotzeak eta Jainko Aitak ha bizteak inguratzen gaitu bizitza eta heriotzearen misterioan. Liturgiak laguntzen deusku gizakiaren misterio handi horretan barru murgiltzen. Eta hau uste onez egiten dogunean, Jainkoaren argitasunaz argituta eta itxaropenean indarturik agertzen gara. Hauxe izan dakigula, ba, Ireneren gorpuaren inguruan otoitzerako alkartu garan guztiontzat.
 
Itxaropenez beteriko hitzak entzun doguz lehenengo irakurgaian: Jainkoak betiraunerako sortu dau gizakia. Eta argitasun apur bat ere emon deusku gure arteko tira-birak eta makaltasunetiko mina eta penea, atsekabea, ulertzeko: Deabruaren bekaizkeriaz sartu da heriotzea munduan esan deuskunean.
 
Hortxe mutur bion artean garatuko da, ba, gure eguneroko bizitza: pozez eta zorionez jantziko dan bizitza; baina negarrik, minik eta atsekabe barik izango ez dana. Ez da egia, ba, sufritzeko jaio garana, edo heriotzarako. Jainkoagan sinisten dogunok badakigu bizitzarako, betiraunerako jaio garana, heriotzatik igaro beharra badaukagu ere.
 
Hauxe da autortzen doguna: bizitzarako sortuak izan garala; bizitza beterako. Batzuk, horraitino, ez dabe sinisten, eta barre egiten deutsoe hori sinistuz bizi izateari. Beste batzuk, bildurrez-edo, betiko bizitza hori euren ahaleginez lortu gura dabe.
 
Lehenengo irakurgaiarentzat zoroak dira hareik. Eta ebanjelioan Jesusek honeik bigarrenak argitu gura dauz, morroi ezerezak garala dinoskunean: egin behar doguna baino ez dogula egin uste izan daigula, morroien antzera, dinoskunean.
 
Bai, ba! Jesusentzat, Jainko Aitagan uste on (edo konfiantza) osoa jarrita daukan Jesusentzat, bai jaiotza, bai bizitzaldia eta baita betirauneko zoriona ere Jainkoaren maitasunaren eta errukiaren erregalo dira, eta ez gure ahalegin eta eginkizunen lorpen.
 
Hau argi daukanak ez deutse bere ahaleginari eta egintzei ezelango baliorik emoten; esker onez bizi izango da, dana Jainkoagandik itxaroten, eta haren ontasuna eta ondasun guztiak eskertzen, horri dagokion erako bizitza bat garatuz.
 
Hauxe da salmoan agertu doguna. Holangoei zintzoak deitzen jake, eta honeik betiraunean goratuko dabe Jainkoa. Eskatu daigun euren artean izan daitela gaurtik gure senide Irene ere.

 

2007/11/10

DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO /C


2Mac 7, 1-2.9-14
Sal 16
2Tes 2, 15—3, 5
Lc 20, 27-38

 

HOMILÍA (En el funeral de Javi)

Hermanos: la liturgia de hoy, en la que honramos a nuestro hermano difunto Javier, nos acerca a la cuestión humana más profunda haciéndonos reflexionar sobre las credulidades más superficiales que manejamos, como la de que al que madruga Dios le ayuda. Esto es: muy interesadamente hemos creído que a quien es fiel, reza, ayuda a sus semejantes y es cumplidor Dios le ayuda y le bendice y beneficia.

Ya 200 años antes del nacimiento de Jesús, el creyente y fiel se da cuenta de que es precisamente lo contrario: el que trata de ser fiel a Dios es vapuleado y perseguido hasta la muerte: lo hemos sufrido en la primera lectura. ¿Dónde queda la retribución temporal a la fidelidad? Y la reflexión, la oración, la fidelidad a Dios le lleva a este creyente a romper con las barreras del espacio y del tiempo, y abrirse a la trascendencia.

El evangelio nos ha dejado claro que es quien disfruta de riqueza, poder e influencias el que no puede ni siquiera pensar en la resurrección y la vida futura; la ridiculiza y se escuda en argumentos fútiles que Jesús desbarata en sus propios planteamientos.

Cuántas veces se oye en nuestro entorno que una vez muerto ya nada nos importa, ni con lo que hagan con nosotros ni lo que nos sobrevenga. Pero el comportamiento de los que quedamos dice bien lo contrario, pues no nos deshacemos del cadáver de cualquier manera, sino que le tributamos unas honras fúnebres, enterramos con dignidad el cadáver, adornamos su tumba, o lo incineramos y le tributamos otro tipo de homenaje, y lo recordamos en nuestras oraciones y, sobre todo, en el memento (o recuerdo) de los difuntos que hacemos en cada Eucaristía.

Pero ¿no os parece que estas costumbres tan humanas y tan solidarias y loables están dando paso a otras costumbres? Creo que vamos pareciéndonos poco a poco a la mentalidad representada en el evangelio de hoy por aquellos saduceos que disfrutaban de una situación privilegiada en aquella sociedad.

Hemos alcanzado cierta comodidad, cierta calidad de vida, cierto disfrute de los placeres mundanos y, colonizados por ellos, Dios se nos convierte en recurso de nuestros imposibles, o el aguafiestas que nos impone deberes que se verán premiados en el más allá pero nos impide disfrutar del más acá. Y preferimos esto último.

Pero la vida otra no es fruto de un empeñismo o un estoicismo que impida el disfrute de las mieles terrenales, sino precisamente fruto de la fuerza del amor.

Se lo hemos oído a Pablo en la segunda lectura de hoy: Dios nuestro Padre nos ha amado tanto que nos ha regalado consuelo permanente y una gran esperanza. Él nos da fuerzas y nos librará del malo.

Y lo vemos en Jesús. Él es la Buena Nueva; confía plenamente en Dios Padre; él es quien nos abre el camino para que podamos tratarle con confianza y con la esperanza de que un día nos acoja en su seno plenificando una vida que él la ha iniciado y en él tiene su plenitud, como hoy la de nuestro  hermano Javier. Merece la pena seguirle a este Jesús.

 

 

2007/10/09

LUNES DE LA 27º SEMANA /I



Jon 1, 1—2, 1.11
Lc 10, 25-37

HOMILÍA

Hermanos: todos somos conscientes de las dificultades que encontramos en nuestros días para sentirnos miembros de una colectividad que expresa sus relaciones con Dios constituida en asamblea, mediante unos ritos y unos determinados signos.

Pero hay momentos en que necesitamos hacerlo, aunque sea sin demasiado convencimiento, o incluso manifestando nuestra no aceptación. La muerte de un familiar, de un ser querido, puede ser uno de esos momentos.

Nos resistimos a aceptar la muerte, aunque ésta se nos impone. Luchamos contra ella, aunque en más de una ocasión la vemos necesaria para poner fin a una enfermedad insoportable o a un sufrimiento atroz..., y no podemos menos de elevar nuestra mirada y nuestra mente a Dios, si no en busca de respuesta o explicación, sí a modo de queja o, en no pocos casos, a modo de agradecimiento.

Más o menos convencidos de lo que creemos, y con más o menos adhesión a lo que colectivamente expresamos en estos ritos, presentamos a nuestros hermanos difuntos (hoy a Victoriano y a Julita) a nuestro Padre Dios.

Queremos agradecerle los días que han vivido, y todo lo que han supuesto para sus más allegados y sus más queridos. Y tal vez también elevarle nuestras quejas por la incomprensión que nos envuelve. Pero puede que nazca en nuestro interior, si somos capaces de hacer silencio en él y de escucharle a Dios, una cierta necesidad de abandonarnos confiadamente en él, sabiendo que es él la medida de todo y la plenitud que encuentran nuestras limitaciones todas.

Hay quien, a lo Jonás, se resistirán a ello, a pesar de las evidencias. Hay quien se quedará en la vaciedad de los cumplimientos o en el tópico de que lo importante es hacer el bien sin mirar a quién.

Pero quien sea capaz de sumergirse en el silencio de su interior y de entablar un diálogo sincero con ese Cristo resucitado en quien Dios nos habla, podrá descubrir el inmenso valor de una vida que no puede ser abarcada por los extremos del nacimiento y la muerte, sino que, como  obra de Dios, no puede tener otro origen y meta que Dios mismo.

Es él quien ha depositado en nosotros la semilla del amor que nos lleva a aceptarnos y a servirnos como hermanos. Y, reconocerlo, nos hace confiar plenamente en él, más allá de nuestras infidelidades, claudicaciones, dudas y desvaríos.

Que el estar unidos en el mismo dolor y en el mismo acto de agradecimiento a Dios por estas dos vidas que le presentamos (la de Victoriano y la de Julita) nos lleve a amarle de todo corazón y a expresar ese amor a él en el amor y el servicio al semejante.

2007/09/24

MARTES DE LA 25ª SEMANA DEL T. O. (I)

En el funeral de...

Esd 6, 7-8.12b.14-20
Lc 8, 19-21

HOMILÍA

Hermanos: La iniciativa de Dios, autor de la vida, nos congrega en su casa en torno al altar de su Hijo, para decirnos que nos ha escogido como pueblo suyo, y que la vida que nace en él tiene también en él su plenitud.

Quienes creemos en la resurrección no podemos hablar de muerte, sino de la plenificación de la vida por parte de Dios, en su seno. Y es lo que, desde el dolor y la congoja por la pérdida de un familiar amado, nos disponemos a expresar y celebrar. La liturgia es el marco adecuado e idóneo para ello.

Pero, ¡en cuántos casos!, nos hemos enfriado tanto, nos hemos alejado tanto de la Liturgia y de la comunidad eclesial, y hemos descuidado tanto la relación con nuestro Padre Dios, que sentimos también la incomodidad de presentarnos ante él.

No tengamos miedo, ni vergüenza, ni temor a un castigo. Dios Padre nos ama de verdad, desinteresadamente; y no puede darnos más que lo que tiene, y lo mejor que tiene: su Vida, su Amor. ¿Nos negaremos a acogerle por complejos, temores infundados y frialdad calculada? Mejor abrámonos a su donación, y seámosle agradecidos.

Podemos ser un pueblo en el exilio, como el que nos ha presentado la Primera Lectura. Pero también en esa situación hay gente de buen corazón que aprecia el culto a Dios y descubre que la vida no es puro acaparar riquezas, disfrutar de placeres o someter a los semejantes. Que es preferible mantenerse a la escucha y al servicio de quien es el verdadero Señor, Dios, que nos hace auténticamente libres, dueños de nosotros mismos, y auténticamente felices.

Con qué sencillez lo ha expresado Jesús en el evangelio: ni los lazos de familia son lo suficientemente fuertes como para darnos plenitud.

En sus palabras descubrimos que es preciso saber escuchar la Palabra, hacerle a ella sitio en el corazón, convertirla en práctica habitual de vida..., y él, Jesús, se nos propone como maestro, guía y salvador.

Si bien es verdad que a Dios podemos encontrarlo en cualquier momento y lugar, no es menos cierto que el lugar apropiado e idóneo es el templo: los que vuelven del exilio así lo manifiestan. Sin la referencia del templo, las relaciones con Dios, en muchísimos casos, mueren.

Si bien es verdad que podemos hablar con Dios desde las propias experiencias, no menos cierto es que, con demasiada frecuencia no sabemos qué decirle, y pasan días sin dirigirle la palabra, enfriándose la relación con él y sintiéndose cada vez más alejados de él.

En el Templo, la iglesia, en la Liturgia y en el calor de los hermanos que comparten, desde la fe, nuestra alegrías y nuestras penas, podemos aprender, desde la escucha de la Palabra, a dirigirle a nuestro Padre Dios nuestra palabra sincera, cálida, y también dolorida y desgarrada.

Hagamos un momento de silencio para acoger la suya y presentarle la nuestra, agradeciéndole la vida de nuestros hermanos N. y N., y rogándole la plenifique en su gloria.

 

 

2007/09/21

2207/09/21 (San Mateo)


Agustinen hiletetan

Ef 4, 1-7.11-13
Sal 18
Mt 9, 9-13

HITZALDIA

      Senideok: ez dira bardinak heriotza guztiak, ezta? Heriotzea heriotzea da. Baina heriotzeak eroaten dauana zaharra edo gaztea izan, etxekoa, maitea, laguna edo arerioa eta gorrotatua izan, ez da bardin, ezta?

Gure egunotan zenbatek esaten dauan behin hil ezkero, beragaz zer egiten daben bardin deutsola! Baina hildakoa bere bizitzaldian maite izan dabenei, bardin ete deutse maitea izan danaren gorpuaz edozer egitea? Ez, ezta?

Kristau sinismen inguru baten jaio gara, eta bizitzako lehenengo egunetan Elizeak, Bateoaren bidez, bere altzoan hartu gaitu. Hantxe, Elizearen altzoan, amaren altzoan lez, izan dogu Jainkoaren maitasunaren barri. Hantxe ikasi dogu Jainkoaren maitasunari erantzuten. Eta hantxe konturatu gara baita gure makaltasunaz eta bihurrikeriaz ere, eta Jainkoaren bihotz maitekorretik sortutako errukiaren eta parkamenaren beharraz ere.

Eta inguru kristau horrek, Elizearen altzoan, badaki azken agurra emoten ere bere seme-alabei. Jesukristoren heriotza-biztuerak barriztatuz egiten dau. Eta hori ospatzeko, alkartu egiten gaitu hitzaren eta ogiaren mahaietatik dastauazoteko.

Gure Eliza Amak, Apostolu eta Ebanjelari zan Mateoren eguna ospatzen dauan egun honetan, eliz-alkarteko hartu-emonek zelangoak izan behar daben gogoratu deusku lehenengo irakurgaian. Eta ebanjelioan, Mateok berak azaldu deusku labur, txukun eta hunkigarri, zelan izan zan bere bihozbarritzea.

Jesusen deiari bat-batean erantzun eutson, ezertarako asti barik, besterik ere pentsatu barik. Bere bizitz aldatzearen ezaugarri otordu bat emon eutsen bere lagun ziranei eta bere bihozbarritzea gauzatu ahal izan eban osagileari.

Bai, senideok. Eliz alkartean entzun geike Jainkoak gure bizitzako une asko eta askotan luzatu leikigun deia: lehenengo bizitza bertan behera itzi, lehengo itsukeriak, diruzalekeriak, handigureak eta abar bertan behera itzi, eta Jesusengan erakusten deuskun bideari jarraitzeko.

Ez gaitu behartuko. Deitu egingo deusku. Baina, ikusi dogu ebanjelioan, batzuk, pekatari eta gorrotagarri izan arren, esker oneko erantzuna emoten deutsoela; beste batzuk, ostera, eta euren burua Jainkoaren zerbitzari dauke askok, eurenean itxita jarraituko dabe.

Agustin zanaren inguruan alkartu garanok, hortxe dogu Jainkoak egiten deuskun deia: bere herriko lez bizi izan  gaitezela eliz alkartean, bere hitzetik eta bere ogiaren mahaitik sortzen diran maitasun, erruki eta Biziaren testigu lez bizi izateko.

Geuk daukagu erantzuna. Emon deiogun Mateok emon eutson bat-bateko erantzuna, horretarako behar dogun laguntza beti izango dogu-ta. Ez jaku damutuko.

 

2007/09/14

09/14 EXALTACIÓN DE LA †

 

En el funeral de Constancia

 
Nm 21,4b-9
Sal 77
Jn 3,13-1

 
Hermanos: en un entorno creyente como el que nos movemos, a pesar de todas las dificultades que podamos tener (de falta de formación, de tiempo, de enfriamiento religioso o alejamiento de la Iglesia, de las celebraciones e incluso de la relación con Dios), cuando la muerte llama a la puerta de casa solemos buscar el modo de despedir a nuestros familiares difuntos del modo más digno, acudiendo a la comunidad parroquial y a la celebración litúrgica.

Si no queremos quedarnos con haber cumplido, aprovechemos la oportunidad que Dios nos brinda; y, para ello, volvamos a su palabra proclamada en las lecturas y en el salmo que nos ha ayudado a reconocer nuestra situación.

La primera lectura nos ha mostrado la situación de un pueblo que camina hacia su liberación, desfallece, protesta, murmura contra Dios… Puede ser reflejo de nuestra propia situación. El ritmo de vida que nos hemos impuesto nos hace protestar con­tra las instituciones, contra las normas, y también —¿por qué no decirlo?— contra Dios, porque no entendemos, o no aceptamos, tantas y tantas cosas que nos suceden a la largo de la vida.

Si nos acercamos ala enseñanza de Jesús en el evangelio, descubriremos en su diálogo con Nicodemo (Fariseo, Maestro de la Ley de Israel), la necesidad de nacer de nuevo, del agua y del Espíritu. Algo que no entendía Nicodemo y que Jesús se lo tendrá que explicar. Es que no basta con haber recibido el bautismo; hay que vivir como bautizado, como persona que se deja guiar por el Espíritu de Dios.

Este tipo de hombre, que lo encontramos en Jesús, tiene otro modo de percibir la vida, la existencia: es un hombre agradecido a Dios, que acoge su voluntad y trata de realizarla en su vida. Ello no le ahorra dificultades; pero sí le da una confianza plena en Dios: él sabe lo que hace, y un día me manifestará plenamente el misterio.

Es preciso ser elevado a la Cruz, encontrar en ella la glorificación, para poder así iluminar a todo el mundo.

Pero desde unas premisas de comodidad no se puede aceptar privaciones, dificultades y muerte; mientras estas cosas sí las aceptan quienes quieren batir un récord, ser seleccionado para jugar o, simplemente, quiere adelgazar.

No pensemos que Dios quiere que suframos, y que el sufrimiento, en cuanto tal, es valorado positivamente por Dios. Pero sí que, para seguirle a Jesús, tendremos que aceptar la cruz y renunciar a nosotros mismos.

Como el pueblo salido de Egipto tendrá que asumir las dificultades del desierto, o cualquier deportista las privaciones.

Dios nos llama en cada acontecimiento de la vida. Descubramos su llamada; agradezcamos su amor misericordioso y su cercanía, y respondámosle con generosidad. Él no pierde a ninguno de sus hijos, sino que los acoge en su seno, como hoy lo hace con nuestra hermana en la fe Constancia.

 

2007/09/13

Urtean zeharreko 23. asteko eguena



† Cruz Larrabeiti Agirreren hiletetan

 

 

HOMILIA

Kol 3, 12-17
Lk 6, 27-38

 

Senideok: kristau inguru baten bizi garalako gure bizitzako unerik garrantzitsuenak elizan ezaugarritzen doguz: jaiotza bateoaz ezaugarritzen dogu; heriotzea hileta elizkizunaz, eta abar. Gure bizitza Jainkoagazko alkarrizketan egiten dala esan gura dogu horregaz.

Danok dakigu, horraitino, Jainkoagazko hartu-emonak, gure egunotan, nahikoa epelduta edo guztiz hoztuta dagozena, eta noizbehinkakoak baino ez dirala izaten. Horrexegaitik behar bada Jainkoagazko hartu-emonetan atseginik, edo gitxiago, poztasunik ez hartzea.

Begira: Kruz Larrabeiti Agirre zanaren inguruan alkartu gara, eta Jainkoagaz hartu-emonetan sartzeko aukerea daukagu. Paulo Apostoluak bere irakatsian berba bat luzatu deusku: Jainkoak zelango bizikera itxaroten dauan gugandik. Berak holan zehaztu dau: Jainkoaren seme-alaba askatuen bizikerea. Hau da: grina txar eta jokera zikinetatik alde egiten eta Jainkoaren izena goraltzen dabenena.

Eta ebanjelioan Jesusek sakondu egin dau —halan esan badaiteke— bizikera horren inguruan: Jainkoak gugandik itxaroten dauana bere antzekoak izan gaitezela dala. Aita on batek bere seme-alabengandik ez dau besterik itxaroten. Eta honen oinarria errukia da.

Gaur egun, senideok, Jainkoagazko hartu-emonak alde batera baztertuta daukaguz gehien baten, eta geure usteetara bihurtu doguz Aita on batengandik jatorkuzan eskakizunak; horrela, danok haren esanetara barik, bakotxa bere kabuz eta atseginen jokora gabiz. Eta txarrena!: holantxe jokatu behar dala uste dogu, bestela iruntzi egingo gaituela-ta.

Ba, gure sinismenetik besterik entzungo dogu. Sarri baino sarriago, gehienetan, ingurukoak bizi ez diran erara bizi izan behar izango dogula. Eta, nondik atara horretarako behar dan indarra, adorea, argitasuna eta gogoa? Zalantza barik: otoitzetik. Hau da: Jainkoagazko hartu-emonetik; liturgiatik; Jainko Aita alkarregaz gorestetik...

Gauza guztiok egitean, senideok, Jainkoak maite-maite gaitula sumatzetik.

Hementxe dago, senideok, gakoa: Jainkoaren maitasuna geure barru-barruan sentitzean. Izan daitela gure bizikerea maitasun horri erantzutea, eta hildako gure senideak Jainkoaren maitasunaren osotasunean sartuta ikusi daiguzala.

 

2007/09/05

Miércoles de la XXII semana del tiempo ordinario (I)


EN EL FUNERAL DE...

1Col 1, 1-8
Lk 4, 38-44

HOMILÍA

Hermanos: respondiendo a la llamada que Dios nos hace a través de la llamada particular hecha a nuestra hermana N. a participar de su descanso, escuchamos su Palabra y nos acercamos al misterio de su Hijo.

 

¡Qué suerte y bendición la nuestra! No la malgastemos o echemos a perder. A través de la fe podemos vislumbrar en nuestra tristeza y desgarro por la muerte de un familiar, la luz de la resurrección.

Pablo, en su carta a los Colosenses, leída como lectura apostólica, nos ha recordado los efectos beneficiosos que les aportó la fe en Cristo Jesús a quienes se adhirieron a ella a través de la predicación de Epafras y en quienes están en su entorno.

En la Ciudad de Colosas, quienes han recibido a Cristo Jesús y han optado por él, han abandonado su vida pagana y han encontrado la razón de vivir: el servicio a los hermanos.

En el evangelio nos encontramos con un Jesús que nos presenta su programa de vida: anunciar el reino de Dios, expulsando a los demonios que oprimen o quieren oprimir a las personas, curando a éstas de la enfermedad que las atenaza, haciéndolas útiles para el servicio. Ello está representado en la curación de la suegra de Pedro.

Jesús la rescata de su postración; una postración que se antoja múltiple: mujer, anciana, enferma... Y Jesús la hace válida. ¿Os imagináis la felicidad de aquella anciana?

Nosotros tenemos la suerte de poder escuchar esta palabra, de poder celebrar estos misterios. Dios, en su Hijo Jesús, se nos manifiesta como un Padre que no está ausente de nuestro dolor y drama, que nos quiere para sí, y para toda la eternidad; un Padre que no nos abandona en poder del mal, de la enfermedad o de la laxitud cultural; y que un día —como hoy a nuestra hermana N.— nos llama a participar y gozar de él eternamente.

Esta fe tiene su traducción. El Espíritu de Dios y su Fuerza actúan en quienes acogen a Jesús y optan por él: cambian de vida y de orientación en ella. De estar pensando en sí mismos y tratando de salvar su propia vida, la van desgastando hasta la extenuación en el servicio a los demás en la construcción del reino inaugurado por Jesús, con la única esperanza (motivada por la fe) de que un día Dios coronará lo que él mismo inició.

Seamos, pues, agradecidos con nuestro Padre Dios al presentarle la vida entera de nuestra hermana N., y seamos con él generosos, haciéndole sitio en nuestro interior y en nuestra vida diaria a sus llamadas.

 

2007/08/09

18.eguena, URTEAN ZEHAR

HOMILIA

Juan Joseren HILETETAN

Zb 20, 1-13
Mt 16, 13-23

 

Senideok: hildako gure senideen inguruan alkartzen garanean, bizikizun edo esperientzia sakonak bizi izan geikez gure barruan, isiltasunean murgiltzen jakin ezkero. Gehienetan ez dogu holangorik egiten eta azaleko eta huskeriazko esalditxoetan gelditzen gara, holangoak-eta esanez: egon dan lez egotekotan, hobeto dago orain, atseden hartuko dau-ta, edo antzeko esaldiak.

Baina heriotzeak eroaten deuskuna maite-maitea izan badogu, gure barrua saminez geratzen da, estu, larri eta negarretan; eta, sinistuna izanik, otoitzera joten da, behin baino gehiagotan garrasika, Jainkoaren erantzun eta kontsolamendu bila.

Gauza ederra da, senideok, gure hildakoen inguruan alkartu eta honei azken agurra emotea. Eta ekintza hau sinismenetik egiten dogunok, badogu Jainkoaren kontsolamendurik aurkitzen Jesukristoren bizitzea eta haren hitzak-eta gogoratuz.

Hausnartu daiguzan, ba, gaurko irakurgaiak argitasun eske, Jainkoaren kontsolamendu eske. Aurkituko dogu argitasunik eta kontsolamendurik gure bizitzak arakatzen eta ikutzen izten badeutsogu, eta Jainkoagana bihurtzeko gogorik badogu.

Lehenengo irakurgaiak, Jainkoak askatasunera daroan herriaren mormoxetak eta usterik eza salatzen dauz; baita harek dauzkazan gidariak ere (Moises eta Aaron). Badau usterik Jainkoak bere herriagan; baina honek biraoz erantzuten deutso oztoporik txikienean. Geure artean ere zenbat holango, ezta? 

Egoera bardin edo antzekoa aurkitzen dogu ebanjelioan ere: Jesusek bere uste on osoa jarri dau, hain bulartsu erantzuten deutson Pedrogan: harkaitz izena emoten deutso eta zeru-lurren agintea (giltzak). Baina, une berean, bere heriotzeaz hitz egiten dauanean, Pedrok bere agintea zalantzatan ikusten dau, antza, eta, Jesus bere eginkizunetik desbideratu gura daualako, berba gogorrak entzun behar dauz: kendu nire aurretik, Satanas! 

Senideok: sinismenak, Jesukristoren bitartez, Jainkoagan uste on (edo konfiantza) osoa jartera garoaz. Uste on hori haren berbea entzutean eta haren Semearen misterioak senideekaz ospatzean indartzen da.

Uste on hori dala-ta, Jainkoak gure atsegintxoak beteko dauzela, edo gure bizitzan aurkitu geikezan oztopoak leunduko deuskuzala uste badogu, onak gagoz! Paretik kenduak izango gara!

Gure bizitzan zehar, Israel herriak eremuan zehar lez, hainbat oztopo aurkituko doguz. Izan bihotz eta uste on Jainkoagan! Ez gaitu hondatu gura, hutsik barik egongo da geure ondoan gure atseskabe unean, adore emoten, laguntza eskeintzen... harik eta beragana heldu arte, gaur gure anaia I. eroan dauan lez.

Jainkoari lepo emotetik jatorkun hondamena ez jasateko, jo daigun sarri haren berbea entzun eta hausnartzera; eta haren Semearen misterioak ospatzera, bere erregalu dogun bizitzea bere gogora beteten ahalegintzeko. Egun baten, gaur gure anaia I.-rena beteten dauan lez beteko dau-ta gutariko bakotxarena ere. Izan gakiozan esker oneko eta sentitu daigun geure ondoan, batez ere gure atsekabe-uneetan.




2007/08/07

Miércoles de la 18ª semana (I)

EN EL FUNERAL DE Miguela

 

Nm 13, 1-3ª.25b—14, 1.26-30ss
Mt 15, 21-28

 

HOMILÍA 

Hermanos: cuando nos reunimos en torno a nuestros hermanos difuntos a la hora de despedirlos, podemos sentir profundas experiencias de humanidad, de cariño, de amor, si sabemos aprovechar el silencio interior, tan necesario para este tipo de experiencias.

La pena es que la falta de costumbre de descender a nuestra interioridad nos hace bandearnos en la superficialidad, donde nos contentamos con despejar el horizonte con frases tan vanas y manidas como éstas: para vivir como estaba, mejor está ahora, que descansa... Lo suyo ya no era vivir, entre tanto tubo y droga... Es una pena, pero hay que saber aceptar... 

Cuando es una persona realmente querida y amada la que la muerte nos arrebata, nos resistimos al hecho de la separación definitiva que supone la muerte, y, si somos creyentes, elevamos nuestra mente a Dios para clamar ante él, manifestarle nuestro dolor y esperar respuesta.

Qué bien queda iluminada esta situación desde el evangelio que acabamos de proclamar. La cananea, ¡una mujer, y pagana!, se acerca a Jesús, salida misteriosamente de aquellos lugares —nos dice el evangelista— y, por respuesta, recibe la no respuesta de Jesús, como el desprecio más absoluto. La situación se nos antoja muy extraña, e incomprensible para los que disfrutamos de tantos derechos que no sabemos qué hacer con ellos, y creemos que todo se nos debe y no sabemos agradecer.

Pero no lo fue para la cananea que, como madre sufridora, se postra ante Jesús y retuerce su argumento buscando en él un resquicio que provoque el milagro: también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa.

Cuando uno contempla aquel cuadro y escucha los argumentos de Jesús, de sus discípulos y estas palabras, no puede menos de aplaudir a aquella mujer, como no pudo tampoco Jesús, que alabó su gran fe.

¿Verdad que a nosotros, que rezamos de vez en cuando, enterramos a nuestros muertos y consumimos algún que otro sacramento nos falta esa fe? Nos parecemos más a aquel pueblo que, sacado de Egipto, camino de la Liberación, no para de murmurar contra Moisés y contra su Dios en cada dificultad que se le presenta en el camino, y quiere hacerles responsables de su suerte.

¿Puede hacer algo Moisés, si aquel pueblo no pone nada de su parte? ¿Puede obrar Dios la salvación si el pueblo, (o tú y yo), no pone/mos nada de nuestra parte?

La mujer cananea ha de servirnos de ejemplo: no se consume en su dolor y en su pena; acude a Jesús, aunque ella es pagana; asume el desprecio de no ser atendida en primera instancia; pero confía plenamente en aquél que lo puede, y lo doblega con su corazón de madre dolorida.

Dios nos pone a prueba. No nos da facilidades, ni accede a nuestros caprichos. Dios es el Padre que espera nuestra respuesta de hijos que se verá cumplida con la Tierra Prometida, con la Vida eterna en su seno. Seamos agradecidos con él al presentarle a nuestra hermana Miguela.

 

 

2007/08/06

08/06: Jaunaren «antzaldatzea»


(Juan eta Jose Luisen hiletetan)

Dn 7, 9-10.13ss
2Pe 1, 16-19
Lk 9, 28b-36

 

HOMILIA 


Senideok: hildako gure senideen inguruan alkartzen garanean, bizikizun edo esperientzia sakonak bizi izan geikez gure barruan, isiltasunean murgiltzen jakin ezkero. Gehienetan ez dogu holangorik egiten eta azaleko eta huskeriazko esalditxoetan gelditzen gara, holangoak-eta esanez: egon dan lez egotekotan, hobeto dago orain, atseden hartuko dau-ta, edo antzeko esaldiak.
 

Baina heriotzeak eroaten deuskuna maite-maitea izan badogu, gure barrua saminez geratzen da, estu, larri eta negarretan; eta, sinistuna izanik, otoitzera joten da, behin baino gehiagotan garrasika, Jainkoaren erantzun eta kontsolamendu bila.
 

Gauza ederra da, senideok, gure hildakoen inguruan alkartu eta honei azken agurra emotea. Eta ekintza hau sinismenetik egiten dogunok, badogu Jainkoaren kontsolamendurik aurkitzen Jesukristoren bizitzea eta haren hitzak-eta gogoratuz.
 

Gaurko Liturgiak, Jesusen antzaldatzea ospatzera eta geuretzera egiten deusku dei, eta laguntzen deusku antzaldatze horren esanguraz jabetzen.
 

Jesusek Tabor mendira igoten dau: bere eguneroko ingurutik urten egiten dau, ba, eta Jainkoagandik hurrago jarten dala esan gura deusku igote horrek.
 

Eta otoitzean jarten da. Zelango otoitza Jesusena! Aurrean ikusten dau zer jatorkon (nekaldia eta heriotzea), eta Jainkoaren esku jarri gura dau, harengan jarriz bere uste on osoa.
 

Otoitz horretan badau erantzunik: Antxinako exodo edo urteerako autorleak agertzen jakoz, laster Jesusek berak jasan behar izango dauan exodo edo nekaldi-heriotz-Jainkoaganatzea aintzazkoa izango jakola autortzen.
 

Otoitzak adorea emongo deutso Jesusi. Pedrok-eta ez dabe ulertuko, bildurrak iruntsita dagoz-eta. Baina esperientzia ha barru-barruan sartu jaken, eta haren barri emoile bihurtuko dira euren apostolutzan. Entzun deutsogu Pedrori 2. irakurgaian: sinismenaren testigantzan ez dabela euren esperientzia besterik erabilten.
 

Senideok, ba: hildako gure senide Jose eta Jose Luisen inguruan egiten dogun otoitzak eta hausnarketeak izan daiela entzun dogun berbearen laguntza. Eroan gaizala, lehenengo ta behin, Jainkoagan uste on izatera: bizitza honetatik urteteak Jainkoaren altzoko betiko bizitzara garoazela.
 

Eta horren pozean eta argitasunean bizi izan gura badogu, egin daigun barru-isiltasuna, aldendu gaitezan, noizbehinka, inguratzen gaituen zaratetatik, jar gaitezan otoitzean, eta emon deioguzan eskerrak Jainkoari gure bizitzak bere aintzan daualako amaierea. Eta ahalegindu gaitezan horren lekuko (edo testigu) izaten: apostolu.
 

 

2007/06/11

11 de junio: San Bernabé


En el funeral de R. y Y.  
   

HOMILÍA

Hermanos: la liturgia de hoy celebra a san Bernabé, que lo considera apóstol aunque no era uno de los 12. Fue compañero de Pablo o, tal vez podríamos decir, su padrino, pues fue Bernabé quien intercede por Pablo y lo asocia a las tareas de la evangelización. Y no es otra cosa el apóstol sino aquél que está entregado a la tarea de dar a conocer a Jesucristo.

Al acudir a celebrar los misterios de la muerte y resurrección de Jesucristo en torno a la mesa de la Eucaristía en este día de san Bernabé, ojalá podamos sentir algo de lo que Bernabé sentía por Pablo, a quien fue a buscarlo a Tarso para asociarlo a la tarea de apóstol.

Sí, hermanos: puede que compartamos en este momento un espacio en el que nos sintamos incómodos, por el hecho de no compartir, tal vez, ningún otro espacio en la vida diaria; es la fatalidad a la que nos aboca nuestro individualismo; y la obligación para con nuestros difuntos (Raimundo y Yolanda) no resulte lo suficientemente fuerte como para unirnos en el dolor, en la acción de gracias y en la familiaridad.

Descubramos en Bernabé, de quien se dice que era justo, que el amor a Dios y la entrega y la dedicación a la tarea de la evangelización puede resultar providencial. Puede que sean pocos los espacios que compartimos, y que, seguramente, la vida que llevamos no nos ayude a que se amplíen esos espacios. Pero descubramos en la fe que el hecho de proclamarnos hijos e hijas del mismo Padre y discípulos/as del mismo Maestro puede hacer que nos reconozcamos hermanos.

Las diferencias personales no debemos obviarlas, ni tampoco exacerbarlas, sino asumirlas como fuente de riqueza: cuando se ponen en común en ambiente de oración y de ayuno, como lo hemos visto en la primera lectura, revierten en enriquecimiento del grupo y suponen un impulso para la evangelización.

Al presentarle al Padre común a nuestros hermanos Raimundo y Yolanda, descubramos que hay algo más fuerte que el dolor y la desgracia que supone la pérdida de un familiar a temprana edad, que une: la fe; y que ese Jesús en quien creemos nos envía a darlo a conocer en cada circunstancia de nuestra vida, confiados no en nuestros medios, sabiduría y fortaleza, sino en la Providencia.

Que ella suscite en cada uno de nosotros un corazón agradecido que sepa alabarlo y bendecirlo más allá del dolor y de la pena, y haga brotar en nosotros la esperanza de que caminamos hacia una iglesia en la que conocer más a Jesús nos lleva a ser más hermanos, solidarios, pacificadores y agentes de reconciliación.



2007/05/16

Miércoles de la sexta semana de pascua

En el funeral de P.


HOMILÍA
Hch 17,15. 22_18,1
Sal 148, 1-2. 11-12. 13. 14
Jn 16,12-15

 

Hermanos: cada vez se nos presentan menos oportunidades para juntarnos como familia de fe. Vamos perdiendo la costumbre de reunirnos en torno a la mesa de la eucaristía los domingos y fiestas de guardar, y vamos camino de limitar nuestras manifestaciones de fe a puntuales actos religiosos donde importa más la apetencia de cada cual que la iniciativa de Dios y la aportación de los hermanos.

Una de esas oportunidades que nos quedan es el funeral de nuestros/as hermanos/as difuntos/as, como en el caso de hoy el de Patricia. No perdamos esta oportunidad; no nos limitemos a pedir por ella, o darle gracias a Dios por los años que ha vivido y lo que ha supuesto para los suyos —¡que no es poco!—; tratemos de ahondar en la Palabra de Vida que la Liturgia nos ha brindado.

En la primera lectura se nos ha presentado uno de los primeros encuentros de la fe en Cristo resucitado con la sabiduría del tiempo (la sabiduría griega). Y se nos ha plantado que, aunque a aquellos sabios se ha de considerar creyentes, adoradores de dioses, sin embargo son incapaces de aceptar la resurrección; se ríen de quien se la presenta, el apóstol Pablo: «De eso te oiremos otro día» —le dicen; y, tildándolo de loco, se alejaron de él. Sólo algunos se le acercan. Creo que esta escena puede constituir un espejo donde se pueda mirar nuestra fe.

Pablo presenta a Jesús resucitado a aquellos atenienses como la medida con la que confrontarse, porque Dios lo ha establecido así al resucitarlo de entre los muertos. Pero aquellos atenienses no lo aceptaron. Y, hermanos, en nuestros días tampoco se acepta, por lo general, que sea otro/a, una realidad externa a uno/a mismo/a, la medida de los actos propios y de la vida de cada uno/a.

Pero ¿podemos decir que una sabiduría que se engríe, que no espera nada de otro —por humilde que éste sea— es una auténtica sabiduría? Cuando el hombre se encumbra, se considera el centro, destierra a Dios, se endiosa y se absolutiza a sí mismo. ¿Qué se puede esperar de un hombre endiosado, absolutizado?

Desde la experiencia y la fe en Jesús de Nazaret sabemos, porque él nos reveló a Dios como Padre, y nos regala al Espíritu, que Dios no humilla al hombre, ni lo margina, sino que lo libera de lo que lo ata y esclaviza, llamándolo a colaborar con él en la tarea de la Creación. Dios ofrece un proyecto, y un camino, en su Hijo, y nos da también a su Espíritu: la tarea consiste en trabajar porque nos amemos como hijos/as de Dios: respetándonos, sirviéndonos unos a otros y amándonos hasta el punto de poder dar la vida por el hermano en el discurrir de cada día.

¿Se puede entender así la vida? Por el contrario, ¿es preferible entenderla como tiempo para acumular riqueza y disfrutar de ella? Para lo primero necesitamos a Dios, en su Palabra, en la Celebración y en el encuentro frecuente de los hermanos, sobre todo en torno a la Mesa de la Eucaristía. Para lo segundo nos sobra todo esto y nos basta con el egoísmo, la malicia o la ambición.

Al presentarnos ante Dios con la vida cumplida de nuestra hermana Patricia, pidámosle que añoremos la sabiduría de la fe, que nos lleva a dejarnos conducir por el Espíritu del Resucitado hasta llegar un día a la presencia del Padre, de cuyo amor gozaremos por toda la eternidad.




LECTURAS


Eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 17,15. 22_18,1

En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con Pablo cuanto antes.
Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:
- Atenienses, veo que sois casi nimios en lo que toca a religión. Porque, paseándome por ahí y fijándome en vuestros monumentos sagrados, me encontré un altar con esta inscripción: «Al Dios desconocido».
Pues eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo. El Dios que hizo el mundo y lo que contiene, él es Señor de cielo y tierra y no habita en templos construidos por hombres, ni lo sirven manos humanas; como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo. De un solo hombre sacó todo el género humano para que habitara la tierra entera, determinando las épocas de su historia y las fronteras de sus territorios.
Quería que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo dicen incluso algunos de vuestros poetas: «Somos estirpe suya».
Por tanto, si somos estirpe de Dios, no podemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Dios pasa por alto aquellos tiempos de ignorancia, pero ahora manda a todos los hombres en todas partes que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre designado por él; y ha dado a todos la prueba de esto, resucitándolo de entre los muertos.
Al oír «resurrección de muertos» unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
- De esto te oiremos hablar en otra ocasión.
Pablo se marchó del grupo. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más.
Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.


Sal 148, 1-2. 11-12. 13. 14

R. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra.

Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.


Evangelio

Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.

2007/05/10

10.05.2007: San Juan de Ávila

En el funeral de...

 

Is 61, 1-2

Mc 1, 14-20

 

HOMILÍA

 

Hermanos: hay momentos en los que es preferible callar, y dejar que las entrañas manifiesten su dolor. Es que no nos acostumbramos a que la vida quede truncada a tan temprana edad.

 

Pero ¿es preferible rebelarse contra el Autor de la Vida, sin darnos cuenta de que no somos quién para darle lecciones, pues él sabe bien cuándo plenificar cada vida que él ha puesto en nuestras manos?

 

No acabamos de reconocer a Dios como el Autor de la Vida, como Dueño y Señor que no juega con su creación, sino que la ama, y en ella destina al hombre, a la mujer, a participar y gozar eternamente de su presencia. No acabamos de meternos en ese misterio, y nos atrevemos a reírnos de él y a rechazar con la blasfemia o la indiferencia ese desvelo por nosotros que se empeña en manifestarnos en su Hijo Jesús.

 

Pero, amigos, no nos dejemos atenazar por el dolor, ni dejemos que nos ofusque nuestra oscuridad sin Dios. Tratemos de escucharle en la Liturgia que nos brinda este día en que la Iglesia conmemora a san Juan de Ávila. Hijo de familia acaudalada, a la muerte de sus padres repartió los bienes entre los pobres y se decidió por el sacerdocio, y, en su predicación van dándose innumerables conversiones.

 

Proclamábamos en la primera lectura: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los que sufren... » Sí, amigos; Dios en su Hijo Jesús es Buena Noticia. ¡Y cómo nos empeñamos nosotros en rechazarla, en negarla, en despreciarla, en ignorarla...! Parece como si a Dios recurriéramos cuando las cosas se nos tuercen; y lo hacemos con la blasfemia y la rebelión del corazón. No hemos descubierto aún a ese Dios que se nos acerca en su Hijo Jesús y nos solicita nuestra participación en el proyecto del Reino.

 

Fijémonos en el evangelio de hoy: cómo nos está manifestando que es él quien se acerca a nosotros en el día a día y nos invita a que acojamos su salvación, invitándonos para ello a la conversión. El Reino de Dios y la Conversión no son meras palabras, sino las realidades que orientan, plenifican y dan sentido a nuestra precaria existencia.

 

Notemos esto: el Reino de Dios, la Salvación, Dios mismo, no es el premio a nuestra conversión, sino que es previo a ella: Dios lleva la iniciativa, sale a nuestro encuentro, se nos ofrece, se nos brinda, sin que hayamos hecho ningún mérito; y nosotros podemos acogerlo o rechazarlo.

 

La primera lectura nos ha presentado a un hombre que lo ha acogido y se siente enviado a anunciarlo. Quien acoge a Dios, quien vive su presencia, su Reino, su salvación, no puede menos de darlo a conocer, para que también otros puedan acoger a ese Dios que se entrega, se regala, como buena noticia. Lo hemos visto en el evangelio: irrumpe en el día a día de los hombres; tiene necesidad de comunicarse a ellos...

 

Podemos acudir a ese Dios misterioso en nuestro dolor, en nuestra impotencia, en nuestra pequeñez, porque se nos presenta como Buena Noticia, como vendaje para corazones desgarrados... Sepamos acogerlo, como fuente de esa vida que él la inicia y él la culmina. Sepamos agradecérsela, aunque su misterio nos desborde, e incluso nos rebelemos desde el dolor de la incomprensión.

 

Pidámosle que sepamos acogerle y disfrutar de él en el día a día. Y que sepamos agradecer, confiadamente, que es él quien plenifica hoy la vida de nuestro hermano N., y le hace disfrutar de su presencia por toda la eternidad.

 

2007/05/09

JUEVES DE LA 5ª SEMANA DE PASCUA


En el funeral de...

Hch 15, 7-21
Jn 15, 9-11


Hermanos: ¿Qué sentimos cuando, como en el evangelio que hemos proclamado, escuchamos que Dios nos ama? «Como el Padre me ama, así os amo yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor...»

Nosotros hemos vivido y vivimos una religiosidad natural, sociológica, aún no cristianada... Y, porque no nos llena, cada vez vamos dando más la espalda al dios que la sustenta: cada vez sentimos menos necesidad de ese dios, que lo identificamos con situaciones de poder, de esclavitud, de dirección de conciencias, usurpador de la libertad y la individualidad... Y, al mismo, tiempo, en vez de buscar en Jesús a un Dios Padre/Madre que nos humanice, tratamos de llenar su vacío con cosas, y con eso que rechazamos o decimos rechazar... Escuchemos de nuevo las palabras de Jesús: «Como el Padre me ama, así os amo yo...», y fiémonos de ellas; merece la pena. ¿No creéis?

Amigos: a la vida no se la dota de sentido con años, o con riquezas o con poder..., ni siquiera con las amistades que se puedan granjear..., sino con el amor de Dios que se disfrute en ella. Y es a eso a lo que Jesús nos invita. Creo que aún no lo hemos comprendido. Lo damos por sabido...

A lo largo de la vida vamos experimentando esas muestras de amor en torno a nosotros, que nos haban de ese amor pleno que nos dispensa Dios, como Padre/Madre nuestro que es. Pero, tal vez porque no lo hemos descubierto como el Padre que se nos revela en su Hijo Jesús, sino que lo imaginamos como el Soberano, o el Juez, o el Omnipotente y el Lejano, no acabamos de disfrutar de su amor, y no podemos hacerlo realidad en el cumplimiento de los mandamientos de que habla Jesús.

¡Cuánto tenemos que aprender! Aprenden los que saben observar, preguntar, investigar, dialogar... En nuestro caso, aprenden los que leen la Escritura, se acercan a la Palabra de Dios, a celebrar la Liturgia, acuden a la oración, y tratan de iluminar su vida diaria desde ella; así encuentran la oportunidad y la posibilidad de hacer realidad la palabra de Jesús.

En la primera Lectura hemos asistido al enfrentamiento de concepciones distintas de entender la salvación. Para los fariseos y judaizantes es el resultado del cumplimiento de unas prescripciones y unos ritos; para los discípulos es el regalo de Dios que nos la presenta en su Hijo Jesús. El amor de Dios Padre/Madre no se conquista a base de esfuerzo o rituales, sino con la acogida; y una vida que lo acoge se ve transformada; en ella se hacen realidad los mandamientos de Jesús. Hay cosas que pueden alejarnos de ese amor: es preciso evitarlas, apartarse de ellas. Pero lo que nos acerca a ese amor, a su alegría y dicha, eso hay que frecuentarlo. Eso es la oración, la comunión con los hermanos, la Escritura...

Hermanos: hay momentos en nuestra vida difíciles de asumir, que pueden golpearnos de tal manera que nos hacen despotricar y renegar de todo, incluso de la débil fe que nos asiste. Como en el caso que nos ha congregado, tal vez. Pero ¿creéis que, porque una vida se haya truncado a los cuarenta y algunos años, Dios no nos quiere? ¿Creéis que está castigando alguna actuación nuestra? ¿O que nos llama la atención por algo? Dios no juega con nosotros,  hermanos. Como Autor y Señor de la Vida, él la plenifica cuando le parece. ¿Nos atrevemos a darle lecciones? Lo que nos corresponde a nosotros es ir llenando esta vida del gozo que en ella podemos disfrutar al entregarnos a los demás, al alabarlo y glorificarlo como Padre/Madre que un día nos hará disfrutar de su amor por toda la eternidad, como ya lo ha hecho con nuestro hermano N.

Agradezcámosle los años que le ha concedido; invoquemos su misericordia sobre él. Y pidámosle que nosotros sepamos escucharle y servirle para hacer de nuestro entorno una fraternidad que fructifique en el cumplimiento de los mandamientos de su Hijo Jesús.

 

2007/04/26

PAZKOALDIKO 3. EGUENA

I-ren hiletetan


1Ko 2, 1-10
Sal 118
Mt 5, 13-16

 

Senideok: aukera asko ete doguz gure eguneroko bizitzan zehar Jainkoaren nahia ezagutzeko, haren deiak entzuteko, bizia Jainkoarena dala autortzeko...? Sinistuntzat daukagu geure burua, baina sinistun izate hori ez dogu gauzatzen gure eguneroko joan-etorrian Jainkoaren nahia bilatzean. Geure kabuz bizi gara, ziztu bizian, eta ez daukagu Jainkoagaz egoteko edo hizketalditxo bat egiteko astirik...

Onartuko geuke bere amagana sekula hurreratzen ez dan seme batengan, maite dauala ama berak esatea? Ez ete dauz emoten, maite dauanak, maitasun-erakutsiak, eta, hainbatetan, gatx egiten bajako ere?

Zenbat aldatu garan honetan, senideok! Jakintzat emoten dogu maite dogula Jainkoa. Baina gure bizitzak beste hauxe dino: Jainkoa alperreko gauzatzat bota dogula bazterrera, eta haren esanetara barik, geure usteetan bizi garala, edo inguruaren esanetara.

Bide horretatik ezin sartu geintekez bizitzak aurkezten deuskuzan misterioetan: zer da gure bizitza Jainko barik? Zer gertatzen da heriotzan? Bizitzaldia atsegina bilatzeko baino ez da, euretan lehertzeko? Zer esan gure artean dagoen txarkeriaz, hondamenaz, heriotzeaz? Merezi dau bizitzaldia besteen zerbitzuan emoteak?

Heriotza baten inguruan alkartzen garanean, senideok, gaur I.-ren inguruan alkartu garan lez, Jainkoaren deia entzuteko eta bizitzako misteriora, galderetara, hurreratzeko aukerea daukagu, ziztu biziko gure joan-etorrian geldiunetxo bat, eten alditxo bat, egiten dogulako. Ez daigun alperrik galdu gure usteetan zarratuz; zabaldu deiogun adimena Jainkoaren jakituriari, bere iturrietan edateko (horixe egin eban gaur Elizeak omentzen dauan Isidoro santuak).

Begira zer esan jakun, san Pauloren ahotik lehenengo irakurgaian, eta Jesusenetik ebanjelioan:

     —Jainkoaren jakituria, maitasunezkoa dalako, ez datorrela handikeriaz, agintzen eta zapaltzen eta besteok bere zerbitzuan jarten, apaltasunez baino, kurutzean josita baino, apaltasun eta zerbitzu bidea erakusten baino. Ez zaitu konbentzituko: ez dator horretara. Zeuk egin zeikeo harrerea, edo onartu zeike, merezi dauala uste badozu. Eta badakigu ze estimazino txikia emoten deutsogun jakituria horri!

     —Jainkoak gu, bere berbea entzuten dogunok, mundu honentzako gatz eta argi gura gaitu. Gatz eta argi izatean aurkituko dogu bizitzaldiko zentzua, eta Jainkoaren nahia betetea, eta gure zoriona...

Senideok: «eskatu, emon egingo jatzu-ta» txarto ulertu dogunok, geuk uste genduana eskatu eta lortu ez dogunean, baztertu egin dogu emoilea: Jainkoa. Ez ete da hobe eskatzen jakitea? Harek bere jakituriatik emongo deusku, gure inguruko gatz eta argi izan gaitezan, amaren poz eta maitale, senideen zerbitzari, kurutzeko jakituriaz...

Hildako gure senide I.-rentzako errukia eta bere ondoan betiko bizitza Jainkoari eskatzean, egin deiogun geuretzat ere beste eskari hau: bere jakituriaz jantzi gaizala; eta horrek esker oneko agertuazoko gaitu hildako gure senide I.-gaz, otoitzerako, Jainkoagazko hartu emonetarako, aukerea izan dogulako.